Los pocos supervivientes de La Praleña tarrakroniana huyeron como pudieron a las montañas que se encontraban al norte de la capital del país, Raus. Este era el plan prefigurado en caso de que hubiera una catástrofe en los núcleos de La Praleña de Raus o Tarrakron: refugiarse en los cuarteles secretos de la sierra de Churana, ocultos a los ojos de los enemigos.
Churana era una zona de orografía escarpada, con tupidos bosques y profundas cuevas. Era un lugar incómodo para realizar despliegues militares y por esta razón era idóneo para esconderse del adversario.
En mitad de un valle semi escondido, La Praleña había encontrado diez años antes un lugar lo suficientemente oculto —gracias a la niebla que rodeaba al valle— y llano para levantar su cuartel general, Chimpunia. Chimpunia, aparte de ser un cuartel, fue ampliándose con la llegada de refugiados que habían huido de las ciudades sometidas a la dictadura de Nalehom, y pequeños poblados fueron construidos cerca de la sede de La Praleña.
Pasados los años, Chimpunia se convirtió en un pequeño pueblo funcional. Había tiendas, un rudimentario pero efectivo sistema sanitario, electricidad para todas las casas, una taberna e incluso un centro cívico en el que se celebraban fiestas y varios eventos para que el pueblo se entretuviera.
***
Habían pasado dos días desde la destrucción de Tarrakron. Sakoto y Panshiro despertaron a las veinticuatro horas de su llegada a Chimpunia. Una vez los dos guerreros estuvieron algo más recuperados de la batalla contra Trokkolo Grogui, Rage y Calistro les pusieron al corriente de lo que había sucedido después del conflicto en La Tabacalera.
—Todo esto es una jodienda —comenzó Rage mientras encendía un puro—. Ha palmado mucha gente, pero por lo que hemos comprobado menos de la que parecía en un principio. Los misiles del meca fueron disparados a lo loco y eso dio tiempo a algunos de salir por patas de la ciudad. De todas formas, ha sido un puto desastre.
—¿Se sabe algo de los que estaban en los búnkeres? —preguntó Panshiro.
—No hay supervivientes —dijo Rage con gravedad—. Ni siquiera Mastruko o Castro sobrevivieron.
Sakoto golpeó una pared de la sala del cuartel en donde se encontraban, agrietándola.
—Sabemo’ que tenía’ aprecio por lo’ maestrico’, Sakoto —dijo Calistro—. Le’ devolveremo’ el golpe.
Badai entró a la sala junto a Otakrón.
—¡Estáis bien! —se alegró el espadachín.
—¿Y qué pasó con los compañeros que volvieron a Bitichiri? —preguntó Panshiro.
—Han sido todos apresados —contestó Rage—. Siriyú les tendió una emboscada junto al ejército de Nalehom.
—Cuando me encuentre con él lo mataré —dijo Panshiro con firmeza.
—No son las únicas novedades —comentó Badai—. En los últimos dos días han pasado muchas cosas.
—Nalehom ha asentado su cuartel general en Piter Mata, en Raus —prosiguió Rage.
—¡Justo al lado del distrito Pelagius! —exclamó Sakoto con ira.
—El grueso de su ejército está ahí ahora y también trasladó el meca de La Tabacalera al nuevo cuartel —dijo Rage.
—¿Pero qué pasa con nuestros compañeros secuestrados? —preguntó Sakoto.
—Están en Piter Mata. Y aquí viene la urgencia del asunto —dijo Rage.
—Resulta que el desgraciao de Naleho’—siguió Calistro— ha amenazado a Yamatori y a Ivalis con lanzarle’ un pepino del meca ese, el Nalehu’ Res, si no le paga cada uno veinte mi’ millone’ de zepi’. El ataque a Tarrakron le ha servío de demostración de podé’.
—Eso es un pastizal —dijo Rage—. Ahora mismo los gobiernos de Ivalis y Yamatori están reuniéndose para tomar un curso de acción.
—¿Y qué tienen que ver nuestros compañeros en todo esto? —insistió Sakoto.
—Nalehom, que es retorcido como nadie, ha dado un plazo de un mes para lanzar su ataque contra los países vecinos —continuó Rage—. Pero además ha amenazado con que, si en ese mismo plazo Los Soniquetes no se entregan al brujo, matarán a los rehenes y lanzarán el pepino igualmente. Vamos: que pide cuarenta mil millones y a Los Soniquetes para no bombardear los países vecinos y cepillarse a nuestros compañeros.
—¡Hijo de perra! —gritó Sakoto.
—Esto lo hace para ponernos en contra de los gobiernos vecinos —dijo Badai.
—No vamos a ceder —dijo Rage—. Lo que haremos será matar a Nalehom de una vez. Tenemos un mes para prepararnos.
—¿Y qué le’ diremo’ a lo’ de Ivali’ y Yamatori? —preguntó Calistro.
—Hemos enviado a Pikolov como responsable de Defensa de La Praleña e intentará convencerles de que lo mejor es atacar —dijo Rage—. Nos mantendrá informados sobre todo lo que suceda en las reuniones.
— Si va Pikolov me quedo tranquilo —dijo Badai—. Es un gran diplomático.
» Cambiando de tema, Otakrón tiene algunas teorías sobre el Nalehus Rex.
—Sí —dijo Otakrón—. El meca conocido como Nalehus Rex es…
—Espera, espera —interrumpió Sakoto—. ¿Y tú cómo sobreviviste a la batalla? ¿Y qué ha sido de Luzman? ¿Y dónde está El Ninjo?
—Con los destrozos provocados por vuestra batalla con Trokkolo —dijo Otakrón—, se abrió un boquete en el suelo que justo daba a las alcantarillas. La mala fortuna es que la explosión afectó a El Ninjo y fue aplastado por los escombros.
» Luzman y yo salimos de ahí corriendo, y con la confusión pude robar un unicóptero de La Tabacalera y pude venir hasta aquí.
» Respecto a Luzman, él se quedó en tierra, salió corriendo de la base y lo perdí de vista.
—Cuenta lo del Nalehus Rex —dijo Rage—. Por cierto, me da que El Ninjo está vivito y coleando, ese tío no se muere ni queriendo.
—Puede ser —dijo Otakrón—. Por la poca información disponible, el Nalehus Rex es un robot bípedo gigante con capacidad de ataque de largo alcance. Por el alcance destructivo de sus misiles, parece que son del tipo Frotakul-200, que pueden ser teledirigidos, aunque seguro que tiene armas más poderosas.
» Esto lo he deducido por la información dada por Luzman. El Nalehus Rex debe tener capacidad de control del ki. El edificio que Luzman diseñó para anular el ki, por sus dimensiones y visto lo visto, estaba destinado a controlar al Nalehus. Además, hay algo curioso en esto. El Nalehus «despertó» cuando Trokkolo aumentó su poder. Es como si el ki de Trokkolo le hubiera hecho reaccionar de alguna manera.
—¿Pero no es una máquina? Parece que hablas de un ser vivo —preguntó Badai.
—Puede tener algún radar detector de ki y que esté programado para activarse cuando la frecuencia de ki detectada es muy elevada.
—Eso no explica el porqué del edificio anti ki —dijo Rage.
—Quizá es que aún no han modulado convenientemente al meca, o puede ser que en realidad quieran anular el ki de un enemigo que sea usuario de la energía para que no pueda atacarle. Estamos investigando. Enviaremos al Piter Mata a algunos de nuestros espías.
—Bueno, pues esto es lo que hay —zanjó Rage—. Nalehom tiene la sartén por el mango, no sabemos la capacidad de su meca, Trokkolo tiene un poderío como hacía veinte años que no se veía a causa de unas páginas raras que dan extrañas capacidades a sus portadores, y nosotros estamos en cueros, como siempre. Por cierto, ¿alguien sabe qué pasó con la página que encontró Sakoto en los bosques de Tarrakron?
—Se la di al Maestro Castro… —dijo Sakoto con pesadumbre—. Supongo que quedaría destruida con las explosiones.
—Bueno —dijo Calistro—. ¿Qué hacemo’, pue’?
—Prepararnos para la batalla —dijo Rage—. Pero antes de eso, hay otro tema que debemos hablar ahora.
Rage miró a Sakoto fijamente.
—Cuando Trokkolo se convirtió en Trokkolo Grogui, tú reaccionaste de forma extraña. Aura naranja, cabellos erizados… Aparte de que tu aspecto se parecía un poco al de Trokkolo en ese momento, esto me resultó familiar, porque ya lo había visto antes. ¿Sakoto, quién eres en realidad?
CONTINUARÁ…