CAPÍTULO 30: El poder del metal

Los Soniquetes —excepto Rage, que se había dirigido al campo de batalla de nuevo—estaban observando y tocando al Nalehus Rex, buscando alguna zona de su superficie que fuera un posible punto débil.

—Está totalmente sellado —dijo Badai. —No parece que haya cajones con circuitos o núcleos. Es raro…

—Ante la duda… —murmuró Sakoto.

—¿Ante la duda qué, Sakoto…? —dijo Badai suspicaz.

—¡Carcayú a la altura! —exclamó Badai. Él y Panshiro se miraron entre sí compartiendo vergüenza ajena ante tan mal chiste.

—A Neoh le hacía gracia… —respondió Sakoto para justificarse.

Sakoto se colocó enfrente del meca, tomó la pose del Carcayú Invertido y lanzó el ataque hacia la cara del gigante. Panshiro y Badai se dieron cuenta de que no era un Carcayú como los de antes. El ki estaba muy concentrado y su poder era superior.

El Carcayú impactó en el Nalehus Rex. La cara del meca llameó y humeó unos instantes y, sin que los tres héroes pudieran esperarlo, el Nalehus, como si estuviera herido y enfadado, comenzó a moverse de un lado para el otro con violencia mientras emitía con fuerza lo que podrían llamarse rugidos.

—¡Se ha activado! —dijo Sakoto.

—Parece como si fuera un ser vivo y hubiera recibido daño —observó Panshiro.

La cara del Nalehus «miró» hacia Sakoto, el enemigo que le había atacado. Luego comenzó a brillar cada vez con más intensidad.

—Espera… —dijo Sakoto. —No parece un ser vivo… ¡Es un ser vivo! ¿No notáis cómo aumenta su ki?

—Es cierto —respondió Panshiro. —Y parece que está cabreado contigo, Sakoto.

El Nalehus emitió un aura azul eléctrico y su ki creció en grado sumo. Su aura empujaba a los tres guerreros, y el techo y la pared más cercana al ser metálico volaron por los aires. En varios centenares de metros a la redonda el suelo temblaba y sus rugidos estallaban en los oídos de los soldados de ambos bandos, estremeciéndolos.

***

En la torre del trono, Nalehom y Trokkolo Grogui se sorprendieron de la reacción del meca. Era muy poderoso y el brujo no tenía aún un control total sobre él.

—¿Cómo habrán superado la barrera anti ki? —se preguntaba el dictador respecto a Los Soniquetes y el mismo meca. —No importa. Si elimina a los Los Soniquetes ya será un gran logro.

Por su parte, en su fuero interno, Trokkolo Grogui deseaba con todas sus fuerzas que Sakoto sobreviviera a ese combate para poder medirse con él.

***

En el extremo sur de Piter Mata, Pikolov, Clam y Brako llegaron a la prisión en la que se encontraban sus compañeros secuestrados. Poco antes de llegar, vieron tras de sí la aparición del Nalehus Rex.

—¡Mirad que pasada de bicho, pibos! —exclamó Pikolov. —¡Tiene un ki de la hostia! Ya verás tú qué baile van a empezar ahora.

Cuando estaban cerca de la puerta de la prisión, los tres héroes fueron atacados por una ráfaga de ki que esquivaron a tiempo.

—Hasta aquí podéis llegar —dijo una voz que les resultó familiar.

Era Siriyú. Su armadura ya no era del color del jade, sino negra. Pikolov lo miró con severidad.

—Vaya, te has cambiado de chaqueta del todo, chavalillo. Esa armadura desprende un ki oscuro que apesta.

—Estoy sumergiéndome en el verdadero poder —dijo Siriyú con arrogancia. —Ahora soy un…

—…Capullo —interrumpió Yarret Clam. —Eres un capullo, y me cansan los discursos capullos de malos capullos. Por el honor de los Caballeros de la Constelación que has traicionado y por joder a mi gente, te voy a constelar hasta las cuencas de los ojos, gilipollas.

—No se puede decir mejor, matemos a este cabrón —dijo Brako el X-tremoduro.

—Empezaré por raparte la melena, constelucho —sentenció Pikolov.

***

Sakoto, Panshiro y Badai estaban estupefactos ante el poder del Nalehus y por el descubrimiento de su naturaleza biológica. ¿Qué era el Nalehus, un ser vivo metálico? Ahora no podían pararse a pensar en ese particular.

—Va a ir a saco —comentó Sakoto. —No podemos especular ante una criatura así.

—Estoy de acuerdo —dijo Panshiro.

—¿Solo sabes decir que estás de acuerdo, Panshiro? —dijo Badai bromeando. —Sí, ya viene.

Sakoto no esperó a que el enemigo atacara. Apretó sus puños y cerró los ojos. Se concentró con serenidad. Su cuerpo comenzó a emitir un aura anaranjada y sus cabellos comenzaron a erizarse y parpadear con luz naranja. Su ki creció exponencialmente ante el asombro de Panshiro y Badai, además del de Nalehom y Trokkolo Grogui, muy atentos a la batalla. Los miembros de La Praleña que eran capaces de percibir el ki quedaron igual de admirados ante una energía tan luminosa, intensa e imponente. Sakoto se había transformado en Hikari Keikai.

—No es posible… —dijo Nalehom con temor, hecho que sorprendió a Trokkolo Grogui. —Es un Hikari… Como Ryumah Vandalion… ¡No, no, no!

Respiró unos instantes y cuando se calmó lanzó una advertencia a su siervo más fuerte:

—Trokkolo, eres poderoso, un coloso en toda regla. Pero, aunque tengas unos poderes parecidos a los de un Hikari, aún no has asimilado del todo la página de Grogui. Y seamos realistas, no eres Grogui. Observa con toda atención este combate, porque si vence nuestro enemigo, tendrás que enfrentarte pronto con Sakoto.

—Sí, Maestro —respondió Trokkolo, expectante ante el nuevo poder de Sakoto.

El Nalehus Rex apuntó a Sakoto con su cañón láser y le lanzó un grueso rayo azul. El Soniquete desapareció y en un instante reapareció en la cara del Nalehus. El guerrero clavó sus ojos en el gigante y le propinó una fuerte patada que provocó que el meca saliera unos metros despedido hacia atrás.

El Nalehus recompuso su postura y lanzó tres misiles Frotakul-200, que comenzaron a perseguir a cada uno de los Soniquetes. Badai desenvainó su espadón y, después de esquivar un par de veces el misil, contraatacó, al grito de «Allé voy», con una de sus técnicas especiales, el Corte que te Cruza, haciendo añicos el proyectil, que ni siquiera tuvo tiempo de explotar.

Panshiro no dio un paso atrás para evitar el impacto del misil. Se colocó frente a él, concentró ki y le golpeó con una técnica del Puño Cardinal, La Cardinalada, una ráfaga de puñetazos a toda velocidad. El Frotakul-200, siendo sacudido por aquella turbulencia energética, se desnortó y explotó en el abdomen del Nalehus Rex. La criatura metálica aulló de dolor.

Respecto al proyectil dirigido a Sakoto, fue pulverizado por las Guallas de harina. Los Soniquetes no esperaron la siguiente embestida del meca y se lanzaron sincronizadamente contra él. Badai, que también tenía cierto control sobre el rayo, imbuyó su espadón con su potencia, saltó hacia la espalda del coloso y le tajó con fuerza. El Nalehus aulló de nuevo y giró sobre sí a una velocidad inesperada por los héroes, embistiéndolo con fuerza. Badai cayó al suelo herido. El ser metálico levantó su pata para chafar al Soniquete, pero justo en ese momento Panshiro le pateó en el costado, desequilibrando a la bestia. Esta no cayó, se reequilibró rápido y, rugiendo con fuerza, golpeó a Panshiro y a Sakoto a toda velocidad, el primero cayendo al suelo y el otro incrustado en una pared.

La potencia física del Nalehus era increíble. Tres o cuatro golpes del ser metálico bastarían para matar a cualquiera de los tres Soniquetes. Sakoto pensó que había sido una suerte que Rage no apareciera por ahí, ya que no tenía la fuerza y resistencia de los tres combatientes.

El Hikari, sin perder tiempo, se impulsó desde la pared sobre el Nalehus y, cuando se acercó lo suficiente, le lanzó una andanada de bolas de ki, técnica que el Soniquete había bautizado como Carcayines Molestos. El enemigo de metal usó con precisión su cañón láser y golpeó cada una de las esferas de ki, eliminándolas. Además, la fuerza del láser azul traspasó las bolas de ki, dirigiéndose a Sakoto. «Una defensa que se convierte en contraataque, este bicho es único», pensó el héroe. Esquivó las ráfagas láser con cierta facilidad y a continuación Sakoto cayó al suelo cuando se acabó la fuerza de propulsión de su salto. Badai y Panshiro se acercaron a Sakoto.

—¿Habéis visto lo astuto que es este monstruo? —comentó Badai. —Lo mide todo instintivamente.

—Aunque nos sincronicemos para atacar, si vamos golpeándole de uno en uno, la batalla será demasiado larga y todavía queda mucho por hacer —dijo Panshiro. —No solo tiene mucha fuerza, sino también resistencia. Después de nuestras acometidas no se aprecian heridas en su cuerpo.

—¿Qué propones? —preguntó Sakoto yendo al centro del tema.

—Ataquemos los tres a la vez —respondió con firmeza el Puño Cardinal. —Una ráfaga de ki en conjunto.

—¡El Soniquito Carcayunal! —propuso Badai.

—Sueles ser inoportuno, Iji, pero suena bien —dijo Panshiro sonriendo.

Los tres héroes tomaron postura de ataque, listos para vencer al coloso metálico. Se concentraron y cargaron ki. Panshiro aumentó mucho su ki, algo que sorprendió a Sakoto. Pensó en que, si Panshiro hubiera tenido casi un año como él para entrenar, lo hubiera superado con creces.

Todo temblaba y las energías y almas de los tres guerreros se unieron formando una expansiva aura azulada cada vez más intensa. Piter Mata tembló de nuevo por completo, y el campo de batalla se paralizó de nuevo. Los miembros de La Praleña que percibían el ki, como Ziffa, Logan o Pikolov, estaban expectantes ante esa unión de fuerzas. Por su parte, la desesperación de Nalehom aumentaba de más en más ante lo inesperado de los acontecimientos. Trokkolo Grogui simplemente observaba, deseando cada vez más combatir con esos guerreros.

El Nalehus Rex se inquietó ante tanto ki junto y abrió su boca, repleta de dientes de sierra metálicos. La boca brilló de un rojo intenso y se preparó para atacar con violencia.

Sakoto tomó la pose del Carcayú Invertido, Panshiro cerró sus puños y los unió y Badai imbuyó su espada de rayo, viento y fuego, los elementos que más dominaba. Con ritmo, los tres atacaron juntos. Una ráfaga azul de grandes dimensiones con forma de tornado con rayos en su interior y exterior se dirigía a toda velocidad hacia el Nalehus. Este lanzó su ataque con la boca, una ráfaga de color rojo y blanco, que chocó con el Soniquito Carcayunal.

El choque de energías fue de magna intensidad. Las pocas paredes y partes del techo del hangar que aún quedaban en pie se derruyeron completamente, y la batalla de los guerreros con el ser metálico se hizo visible para todos los presentes en la fortaleza. Luces intensas, temblores y energía se desplegaron por todo Piter Mata, asustando a unos y motivando a otros.

La disputa era igualada. En algunos momentos el ataque de Los Soniquetes ganaba terreno y en otros el Nalehus los superaba.

—¡Debemos darle más caña! —gritó Sakoto.

Los héroes aumentaron su ki, y la bestia de metal hizo lo mismo. Pero el Nalehus acrecentó la potencia de su ráfaga bucal y comenzó a ganar terreno a sus enemigos.

—¡Nos gana! —exclamó Badai, que empezaba a agotarse.

Surgida de la nada, una reconocida voz dijo:

—Mira que sois capullos.

Era Rage con un puro en la boca, armado con una bazuca Piticlín-7, reconocida por la precisión de sus disparos. El líder de Los Soniquetes apuntó al Nalehus.

—No tiene puntos débiles, Rage —dijo Panshiro.

—De verdad que no tenéis ojos en la jeta, carajo. He estado observando un poco vuestra batalla y el gigantón tiene el cuello más fino que el resto del cuerpo. Por eso he traído esta hermosura —se refería al Piticlín. —Cuando os diga, atacad más fuerte.

Rage apuntó al cuello de la bestia y disparó. Cuatro proyectiles se dirigieron hacia su objetivo, impactando en su cuello. Por unos instantes, el Nalehus se tambaleó y su ráfaga perdió intensidad.

—¡Ahora! —ordenó Rage.

Los tres guerreros amplificaron el poder del Soniquito Carcayunal, que impactó con tal fuerza en el Nalehus que lo atravesó. Los restos de la poderosa bestia metálica explotaron y la batalla terminó. O al menos esa parte de la batalla.

Sakoto volvió a la normalidad para no derrochar energía. El Hikari rectificó sobre la resistencia y fuerza de Rage y recordó por qué era no sólo el líder de Los Soniquetes, sino uno de los grandes héroes de La Praleña.

— Bueno, la amenaza contra Yamatori e Ivalis ha sido erradicada —comentó Rage.

—Sí, pero ahora queda lo más importante —dijo Sakoto mirando a la torre del trono.

CONTINÚA EN EL CAPÍTULO 31

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