Capítulo 29: Perros viejos

La batalla no bajaba de intensidad. Oleadas de soldados de Nalehom no cesaban de asediar a los intrusos. Al verse totalmente rodeados, los soldados de La Praleña hicieron un cerco con los todoterrenos y los coches para proteger todos los flancos. Scarlet y Vértice Zurrasper conducían las motos voladoras destruyendo los tais que aparecieron durante la batalla. Scarlet se dirigió a Otakrón:

—¡Otakrón! ¿Has localizado a los prisioneros ya? Nos vendrían genial como refuerzos.

Otakrón había encontrado una especie de búnker poco vigilado en ese momento en el extremo sur de la fortaleza.

—Sí, Scarlet —dijo el ingeniero. —Están en el sur de Piter Mata. Hay un búnker parecido al hangar del Nalehus Rex. Seguramente será un recinto anti ki para anular los poderes de nuestros compañeros.

—Perfecto, Otakrón —dijo Scarlet. —¿Has oído eso, cariño?

—Sí, lo he oído, cielo —respondió Clam, que estaba en el cerco de vehículos. —Voy para allá.

—¡Yo me apuntó, colega! —intervino Pikolov con alegría.

—¡Yo voy, cagontodo! —exclamó Brako.

—Vale. Os despejaré la zona mientras tanto —afirmó Scarlet.

—¡Clam! Te apuesto dos mil zepis a que me cepillo a más enemigos que tú —propuso El Cuervo.

—Si siempre vas tieso, Cuervo —respondió en tono jocoso Clam.

—Y encima perderá, Yarret —intervino el Sargento Lolo. —Si todavía no me explico cómo es capaz de usar dos pistolas a la vez.

—Porque llevo años apuntando a tu casa y cuando tengo tu cara a tiro me asusto y me voy, Lolo —replicó El Cuervo.

—Cuando llegó el mensaje de Pikolov para unirse al lío decía que le daba pereza, y ahora va de pistolero —comentó Checs, uniéndose a los chascarrillos entre veteranos.

—Que os den —dijo El Cuervo sonriendo. Disparó sus pistolas apuntando con tal finura que inutilizó a un Mamotretoide. —¿Tú no tienes nada que alegar, Brako?

—Que me alegro de haberme instalado en Chimpunia —sentenció Brako. Todos rieron.  

—Venga, carcamales de la fiest —dijo Pikolov. —Cuando acabe esto nos pegaremos una farra épica y de gusto pikoloviano.

Eso animó a todos aún más. Clam, Pikolov y Brako subieron a uno de los todoterrenos con torreta y se dirigieron al sur. Para causar confusión en el enemigo, El Gasolina y sus especialistas provocaron un incendio entre las tropas más cercanas a los tres rescatadores.

***

Mick Rage y Nester Log se miraban fijamente. Se conocían desde hacía mucho. Habían disputado varios duelos en todos aquellos años con diferentes resultados, aunque siempre Log terminaba escabulléndose. En una de aquellas pugnas, Log dejó ciego de un ojo a Rage; en otra ocasión, el Soniquete provocó que el siervo de Nalehom perdiera uno de sus brazos, el cual fue repuesto por uno biónico. Los dos sabían que este combate sería el definitivo.

—El gran final, ¿eh, sargento? —dijo Log.

—He venido vestido para la ocasión —dijo Rage refiriéndose a la tecnoarmadura.

—Muy elegante —respondió Log con sorna. —Yo tampoco he venido desnudo.

Log se quitó la gabardina que siempre llevaba. Debajo portaba otra tecnoarmadura, pero en este caso era apenas más gruesa que una armadura comcom. Era roja con unos surcos con aspecto de circuitos que recorrían todo el traje de combate, que le cubrían todo el cuerpo, incluidas las manos.

—¿Te gusta? Fue fabricada con tecnología aveluense. —dijo Log ostentosamente.

—Como te gusta la verborragia, imbécil. ¡Muérete ya!

Rage disparó varios micro misiles a su rival. Para sorpresa del Soniquete, Log saltó hacia ellos, su brazo derecho se iluminó y lo movió con fuerza, desviando los misiles sin que estos siquiera le rozaran. Rage entendió que ese traje de combate, de última tecnología, pues provenían de Aveluon, tenía algún mecanismo de control sobre ciertos tipos de armas.

Log se ocultó tras las gradas, apareciendo detrás de Rage y golpeándole en la nuca.

—¡Ese armatoste te hace lento, soldado! —dijo Log con tono provocador.

La observación era correcta. Rage había ganado mucho en poder de ataque, pero la merma respecto a la movilidad era obvia. Aun así, tenía recursos. Log se disponía a desenfundar su pistola, pero no le dio tiempo a apuntar a su enemigo porque este activó unos pequeños subfusiles instalados en la espalda que acribillaron al siervo de Nalehom. Los impactos le dolieron, pero la armadura, que tenía entre sus características una barrera amortiguante, le protegió lo suficiente como para que pudiera esconderse de nuevo entre las gradas.

—¡Como siempre escondiéndote, Log! —exclamó Rage, furioso. —¡Te haré salir, ratita!

Rage se inclinó hacia delante y una especie de mochila que llevaba en la espalda se encendió. Dos aperturas se abrieron en ella.

—¡Al carajo, Log!

El viejo perro de guerra lanzó dos misiles Ketekuen, de un potente poder destructivo, capaz de reducir a polvo toda la sala. Log apareció, iluminó sus dos brazos y desvió los misiles hacia el techo. De repente, delante de él apareció Rage sin la tecnoarmadura, armado con un rifle Balagord, de calibre superior al de los fusiles normales. El Soniquete disparó una intensa ráfaga a bocajarro sobre su antiguo rival, destrozando su armadura y a él. Rage había vencido.

El techo explotó y comenzaron a llover escombros por todas partes. El sargento saltó y se escondió en las gradas, saliendo ileso. Cuando el polvo y el humo se disiparon, el Soniquete buscó a Log. Lo encontró muy malherido, no solo por el ataque de Rage, sino también porque le habían golpeado varias piedras del techo.

—Estarás contento… —dijo Log, jadeando y sangrando.

Rage lo miró con cierta pena algunos instantes mientras se encendía un puro y dijo:

—Tu madre no estaría orgulloso de ti. Por eso le prometí que si no te enderezabas acabaría contigo.

Log tosió sangre y dijo sus últimas palabras:

—Que os jodan.

Y murió.

—Adiós, primo —dijo Rage, y se marchó del lugar a continuar con la batalla, sin remordimientos, pues había eliminado a uno de los mayores males de Raus.

***

Sakoto, Panshiro y Badai corrieron por el interminable pasillo hasta llegar al segundo hangar. Allí vieron por primera vez al Nalehus Rex, el temible meca que destruyó Tarrakron.

Era muy grande, majestuoso y, aunque estaba quieto, su aspecto era amenazante. Medía más de veinte metros de altura. El meca era bípedo, pero en lugar de tener forma humanoide, parecía una especie de saurio. Su brazo izquierdo era un alargado cañón láser, y el derecho portaba una batería de misiles Frotakul-200, los mismos que explotaron sobre Tarrakron.  Los tres Soniquetes sintieron ira y se dispusieron a despiezar la terrible máquina de guerra.

CONTINÚA EN EL CAPÍTULO 30

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