Dos semanas después de comenzar la instrucción de Sakoto, a falta de apenas dos semanas para el cumplimiento del plazo marcado por Nalehom, Neoh consideraba que el entrenamiento no iba al ritmo deseado. Sakoto ya no era tan joven y el aprendizaje y despliegue de su verdadero poder de Hikari distaba de ser el necesario para terminar con el conflicto. Si al menos tuvieran un año…
Uno de aquellos días, Neoh tomó una decisión y habló con Sakoto. Le hizo saber la situación, algo que preocupó y frustró al Hikari. Pero su nuevo maestro tenía algo más que decirle.
—Como ya te he dicho, no tenemos tiempo… al menos en las condiciones normales.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Sakoto, extrañado.
—Hay una forma de ganar tiempo. Pero antes de explicártela, quiero que me des tu palabra: de lo que aquí suceda, nada se sabrá en el exterior. Puede ser peligroso no solo para mí, sino para tu país. ¿Está claro?
Sakoto no lo pensó un instante:
—Doy mi palabra.
—Perfecto.
Neoh rebuscó por los bolsillos interiores de su uniforme de entrenamiento y sacó una especie de piedra azul que emitía una luz tenue.
—Con este objeto es posible cambiar las condiciones del paso del tiempo —dijo con seriedad.
—¿Qué? ¿Eso puede hacerse? —dijo Sakoto, muy sorprendido a la par que desconfiado.
—En efecto. Hay cosas asombrosas en el mundo, Sakoto. Encontré este pequeño artefacto en mis viajes por Mastruko. Los antiguos lo llamaban Tiempolín. Como indica su nombre, permite manipular el tiempo. Al no ser mago no puedo hacer mucha cosa con él, pero sí ralentizar el paso del tiempo al menos un año para que podamos entrenar en condiciones.
—Todo sea por recuperar la paz en nuestra tierra.
—Así es. Fuera pasará una semana, pero aquí habrá transcurrido un año. Vamos allá.
—Sí —afirmó esperanzado.
Neoh tomó el pequeño objeto, del tamaño de la palma de una mano, y lo cubrió con su mano derecha apretando el puño. Cerró sus grandes ojos ovalados y se concentró. Unos interminables instantes después, todo comenzó a brillar con una luz azulada. La luz se expandió, traspasando a Sakoto y cubriendo el pequeño bosque en el que se encontraban. Sakoto no sintió nada especial.
Cuando la luz remitió, Neoh abrió los ojos y guardó de nuevo el Tiempolín.
—Ahora no podremos salir de este bosque ni del precipicio durante un año. Y te lo advierto, Sakoto: ahora comienza el entrenamiento real, procura no morirte.
Tragando saliva, Sakoto se puso manos a la obra.
***
Una mañana, Rage llegó a la Sección de Incursión y vio que los soldados estaban dentro de los dormitorios. Cuando entró para echarles la bronca, ninguno les hizo caso.
—Romped filas, ¡ya! —les gritaba.
—No vamos a ningún sitio —dijo Hostaid con prepotencia.
—Jugar a las guerras es una gilipollez —intervino Hulukos.
—Verá sargento, es una cuestión de relativa importancia —dijo Caskier—. Usted no nos importa porque ya está muerto.
Todos rieron. Rage cambió el gesto, y muy enojado dijo:
—Cascarria, sal de aquí ahora mismo o usaré tu costillar como parrilla.
—Uh, no lo creo, chico —respondió Caskier, desafiante—. ¡Yute!
Los soldados empezaron a corear el nombre del tal Yute. Yute apareció. Era un tipo alto y corpulento —bastante más que Rage—, con grandes puños y mirada retadora.
—Le presento a uno de mis más grandes amigos, Yute Dolor. Yute, dile algo encantador a este señor.
Yute dio un paso al frente y se dirigió a Rage:
—Voy a arrancarte la cabeza y a cagar en ella.
Todos los soldados rieron y Yute se abalanzó sobre el sargento mientras los demás gritaban. Yute intentó darle un puñetazo, pero Rage reaccionó rápido y lo esquivó. Agarró el antebrazo de Yute y golpeó la parte interior de su codo. Eso le dolió y cayó de rodillas. El forzudo bregaba para escabullirse, pero la pinza de Rage no se movía ni un ápice.
—Levanta la barbilla —dijo Rage. Yute la levantó un poco. —Más aún.
Así lo hizo el soldado rebelde, y Rage le dio un puñetazo, tumbándolo. Los soldados no podían creerlo.
—Bien, subnormales, salid cagando leches a la calle ahora mismo —ordenó el Soniquete.
Todos salieron corriendo a la calle, atemorizados. Al mismo tiempo, le empezaron a respetar mucho más que antes.
Yute se levantó con dificultad y dijo:
—Esperaré a que me recoja la policía militar.
—Ni hablar, Yute. Vas a convertirte en un Incursor de la Niebla ahora mismo. Sal fuera.
—Sí, señor – y salió, aliviado.
A partir de aquel día, la Sección de Incursión empezó a tomarse más en serio su trabajo.
***
La información enviada por Logan confirmó las sospechas de Los Bujías. En las torres de vigilancia de la muralla de Piter Mata se hallaban los dispositivos barrerísticos. Estos, como también supusieron, estaban protegidos por pequeñas barreras mágicas.
—Pue’ la cosa es fáci’ —dijo Calistro—. Que lo’ hermano’ ninja vayan pa’ su pueblo a por la’ lanza’ y la’ montamo’ en la’ moto’ voladora’.
—Solo tenemos cuatro lanzas —dijo Arsi.
—Suficientes —comentó Badai—. Una lanza por moto. Una la conduciré yo, otra Rage, otra Pikolov y la otra tú, Scarlet.
—Buena elección. Sois los mejores pilotos de Raus —dijo Pepelu en tono de aprobación—. Las motos deberán ser montadas con una lanza mataki y un cañón APB. Primero habrá que disparar la mataki para destruir la protección mágica, y luego el APB para inutilizar los dispositivos barrerísticos.
» Según estimo, cada torre está protegida por Torretas Cicutriñex, que lanzan misiles perseguidores. Alguno de vosotros, además de ser cañoneros, tendrá que hacer de señuelo.
—Ya me ocupo yo —aclaró Scarlet. —Qué pena que no esté aquí Biticli, es muy buen piloto.
—Sí que lo es, y Xiv también —comentó Badai. —Esperemos que estén bien. Por cierto, ¿se sabe algo de Pikolov?
—Sí, justo os lo iba a comentar —respondió Scarlet—. Pikolov ha convencido a Ivalis y Yamatori de que ataquemos.
—¡Genial! —exclamó Calistro. —¿No’ darán potencia de fuego, verdá’?
—Eso ya no —se lamentó Scarlet. —Los embajadores de ambos países consideran arriesgado generar mucho movimiento en las fronteras con un transporte de tropas o una entrega de material militar. Simplemente han accedido con tal de ahorrarse la pasta del rescate.
—¡Solo’ seguimo’, como hace veinte año’! —dijo Calistro quejándose. – Encima que fuimo’ lo’ que acabamo’ con la Gran Guerra y no’ dejaron tirao’, ahora no’ joden má’ todavía. ¡A la mierda se vayan!
—Siempre ha sido igual, Calistro —dijo Pepelu—. Mientras nosotros estábamos en el frente dándolo todo, las milicias de otros países se apartaban. Su lema era «que lo solucione Ryumah». Y así hemos acabado, olvidados y con nuestro héroe muerto.
—Dejemos de lamentarnos —dijo Scarlet—. Ahora tenemos la oportunidad de recuperar nuestro hogar y empezar una nueva etapa. No podemos fallar.
Cuando terminaron la reunión, Otakrón y Pepelu se fueron al hangar de motos voladoras para diseñar el modo de añadirles las lanzas mataki y los APB de la manera más eficiente. Arsi y El Ninjo se marcharon a su pueblo, Utai.
***
Llegó la noche. Los soldados de La Praleña de la Niebla que hacían guardia al comienzo tuvieron un turno tranquilo. Pero en mitad de la noche, en los alrededores de Chimpunia, algunos guardias avistaron movimientos extraños.
Sin vacilar, los guardias, entre los que estaba Hostaid, fueron a ver qué sucedía. Al principio las linternas no iluminaban nada raro, solo árboles y maleza. Sin casi percatarse, varios extraños individuos surgieron de la nada. La situación era rarísima para los guardias: soldados con forma de frutas, hortalizas y plantas, todas ataviadas con armaduras comcom, les acechaban. Eran el mismo tipo de criatura extraña que se encontraron Los Soniquetes en la Torre Chust.
Sin preguntar, Hostaid abrió fuego. Algunos soldados de Nalehom cayeron ante las balas de La Praleña de la Niebla. Otros soldados se zafaron de la acometida y atacaron a los guardias.
Los disparos se oyeron en Chimpunia y en el cuartel se activó la alerta máxima. Los soldados de las diferentes secciones de La Praleña de la Niebla se prepararon para defender el pueblo. Rage organizó a los Incursores por si se iniciaba un asedio. Por su parte, Los Bujías también se reunieron por si había que entrar en acción.
Pero poco duró la alerta. Los guardias habían derrotado a los monstruos. Apenas había ocho y no eran poderosos. Todos volvieron a sus descansos, a excepción de un mayor número de soldados que fueron designados para montar guardia hasta el amanecer.
***
—¡Me cago en todo, nos han encontrado! —gritó el general Pixflog Matau, que había hecho su primera aparición en meses—. ¿Cómo ha sido posible?
—Las cartas del enemigo son muchas, señor —dijo Ray Dox. —Propongo que preparemos nuestras defensas para cuando las tropas de Nalehom ataquen.
—No me parece mala idea, coronel Dox —respondió Matau—. Pongan a todo Chimpunia en alerta máxima. Que los civiles se refugien en sus casas y…
—Será mejor que se escondan en el búnker, señor. Las casas de los civiles no soportarán los ataques del enemigo —interrumpió Dox.
—Err, sí, eso mismo, que vayan al búnker. Y todos los demás que se armen y esperen el ataque por todos los flancos…
Para Dox, veterano de guerra, Matau era un idiota incompetente. Según la opinión de varios miembros de La Praleña, La Praleña de la Niebla tenía suerte de tener a Dox corrigiendo las tonterías de Matau.
Tomadas las decisiones pertinentes, todas las milicias de Chimpunia se pusieron en guardia. Los Bujías, sobre todo, esperaban que no apareciera Trokkolo Grogui.
***
Apenas amaneció, Nester Log corrió por los pasillos de Piter Mata con una gran noticia para su maestro. Por fin, después de años de búsqueda, habían encontrado la sede principal de La Praleña.
—El ejército Facsímil está siendo un éxito —celebró Nalehom—. La zona de Churana tiene una orografía demasiado complicada para meter nuestras tropas regulares y hubiéramos perdido mucho tiempo y recursos, pero ahora que podemos hacer un ejército a partir de cualquier objeto es perfecto. Hicimos bien en añadir GPS a las comcom.
—Sí, Maestro, el Libro ha sido una bendición —afirmó Nester Log, reverente como siempre con su maestro.
—¡El Libro es nuestro bien más preciado! Si mis cálculos no fallan, pronto podremos utilizar especies superiores para potenciar nuestro ejército con las páginas de los más poderosos… Y con la Fotocopiadora, haremos un ejército infinito.
Nalehom carcajeó perversamente. Cuando terminó, le dijo a Log:
— Envía ahora mismo al ejército Facsímil al completo para que los maten a todos. ¡Que no quede nadie en pie!
—Una sugerencia, Maestro… ¿Por qué no enviamos a Trokkolo Grogui? Acabará en un instante con todos.
—No. Todavía se descontrola un poco. La página de Grogui es muy poderosa y necesita más tiempo para asimilarla. Ahora está en una esfera de contención kiática armonizándose con la página. Pero me has dado una idea… Envía a Meduzzer. Al fin y al cabo, es el general del ejército Facsímil.
—Sí, Maestro. Seguro que Meduzzer y sus tropas serán más que suficientes.
—Pues venga, organízalo todo. Ah, otra cosa. Apenas tengamos la certeza que el proceso con Trokkolo y la página es satisfactorio, usaremos a los prisioneros para el experimento.
—Sí, Maestro.
Nester Log ordenó a las tropas atacar Chimpunia. Subieron a los tais, los cazas de última generación del ejército del dictador. También usaron una nave King Coolder para que el general de los Facsímil, Meduzzer, diera órdenes y tuviera ventaja sobre el enemigo.
Mientras tanto, allá en las montañas de Churana, La Praleña de la Niebla esperaba el ataque.
¿Resistirá La Praleña el envite enemigo?
CONTINUARÁ…