La fortaleza Piter Mata había sido un importante baluarte de Raus durante siglos. En la época de la Gran Guerra fue el cuartel general del ejército rausense. Mick Rage, Calistro, Yarret Clam y los demás miembros veteranos de la actual Praleña conocían la fortaleza a la perfección, pues fue su hogar durante mucho tiempo.
Durante la guerra la fortaleza resistió algunos años, pero sucumbió en las últimas batallas, las más cruciales como, por ejemplo, la ya célebre del distrito Pelagius.
En los últimos años, Nalehom mandó reconstruir la fortaleza, ampliarla y reforzarla tecnológicamente, y consiguió convertirla en una plaza muy difícil de asediar.
En el edificio principal, cerca de los aposentos del brujo, Nalehom se encontraba con Trokkolo Grogui y Nester Log admirando la maqueta de una ciudad con edificios gigantes. Nester Log adulaba la disposición de la maqueta.
—Será impresionante, Maestro —dijo Log—. Apenas los gobiernos de Yamatori e Ivalis se sometan a nuestras exigencias, Nahelópolis comenzará a ser una realidad.
El aspecto de Nalehom no era el de alguien carismático o poderoso. Era de mediana estatura, lucía dos pequeños y finos bigotillo, uno a cada lado de los labios, y vestía una túnica y copete gris estampado. Donde Nalehom tenía mayor fuerza era en su siniestra mirada, la mirada de quien había sido instruido por los demonios más perversos desde la juventud.
—Nahelópolis será la capital del mundo —dijo el dictador. —El mundo será unificado y necesitamos que su eje sea fuerte, y sólo yo tengo tal capacidad después de la muerte de mi maestro.
» ¿Por qué? ¿Por qué continúan llamándome dictador y brujo oscuro? ¿Y… loco? Lo único que quiero hacer es crear el mejor de los mundos posibles. ¡No por el poder! ¡No por el mal! Sino por el bien…
» Trokkolo Grogui y el Nalehus Rex serán los primeros de otros muchos nuevos guardianes del mundo que saldrán desfilando firmes de nuestros cuarteles, y exterminarán a cualquier adversario, cualquier credo, cualquier nación… Hasta que todo el planeta esté bajo el amoroso puño de la paz nalehónica.
» Y así la paz… reinará… en el mundo. Y todo Mastruko caerá de rodillas ante mí en humilde gratitud.
***
—Es un lunático, ni caso, hombre —comentó Rage a Sakoto mientras conducía el todoterreno hacia la casa de Neoh.
Sakoto le había preguntado a Rage si Nalehom tenía poderes clarividentes. Sakoto entendió eso a raíz del comentario de Trokkolo sobre Nalehom, «siempre va un paso por delante» de todos.
—Mira —siguió Rage—, la propaganda siempre está vigente en situaciones como esta, y el brujo lo sabe hacer muy bien. Si tuviera esos poderes, nos hubiera encontrado antes y nos hubiera matado a todos hace muchos años. El viejo es poderoso, sí, pero no tanto.
—Entonces, ¿cómo te explicas que nos esperaran en La Tabacalera? —preguntó Sakoto.
—Pues tendría cámaras en las alcantarillas que no supimos detectar, y quizá no lo sabían ni los suyos —respondió Rage. —Siendo realistas, en otra situación Nalehom no tendría lugar en el mundo. No es poderoso ni es un líder demasiado inteligente. Si en la Gran Guerra era un pringado de Khargis, solo que nos pilló al traspié…
» Tengo calados a tipos como él. Incluso muchos de los nuestros le temieron y le siguen temiendo, pero el tío ni siquiera se presentó cuando le ordenaron conquistar Raus, sino que vinieron Trokkolo y Nester Log. Un auténtico líder es el primero que da la cara, sobre todo cuando las cosas se ponen mal. Se acerca el momento de pararlo.
—Ya veo. Oye, ¿y de dónde salió Log?
—Es de Raus.
—¿Qué?
—Sí. Perteneció a Los Bujías cuando el grupo estaba en sus inicios, incluso antes de la aparición de los miembros actuales. Nos traicionó poco antes de la guerra. Él creía que Khargis estaba llamado a ser el dirigente y guía de Mastruko. Se le fue la pinza, y además es un cobarde.
—Qué cosas.
Después de recorrer caminos empedrados, angostos y poco transitables, llegaron a la cima de una montaña. Un pequeño bosque de apenas media hectárea cubría la cima, rodeada por bajas colinas empinadas que daban a la cumbre aspecto de fortaleza natural a la vez que escondida.
Avanzaron dentro del bosque hasta que divisaron una sencilla cabaña de madera.
—Ahí está —dijo Rage. —No le conocemos mucho, pero tiene un carácter apacible.
—¿Y por qué no está en La Praleña? —dijo Sakoto.
—Él quiere mantenerse al margen y vivir tranquilo aquí, no sabemos muy bien sus razones de por qué dejó la Orden del Ki, ni por qué eligió este país olvidado. Quizá la primera pregunta responda a la segunda. Él simplemente nos contactó para avisar de que estaría aquí cuando nos instalamos en Chimpunia, y no vimos problema.
» Bueno Sakoto, te deseo suerte, me vuelvo a Chimpunia.
—¿Me dejas aquí solo?
—No me va mucho el rollo místico este, mi mundo es otro, aunque ambos converjan en la guerra. Si todo va bien, nos vemos en unas semanas.
» Ah, un consejo: no se te ocurra provocarle, ¿eh? ¡Sganda Praleña!
Rage dio la vuelta con su todoterreno y se marchó.
—Sganda Praleña… Bueno, vamos a ver.
Sakoto comenzó a caminar mirando el bosque mientras se acercaba a la casa de Neoh. Distraído, Sakoto pisó una especie de cuerda y de repente le atrapó el tobillo, lo levantó y se quedó colgado bocabajo. Cuando Sakoto estaba a punto de hacer fuerza para quitarse la cuerda, oyó una voz grave que le habló con tranquilidad.
—¿Puedo ayudarte?
Una figura se plantó ante él. Sakoto nunca había visto a nadie de la especie del ser que tenía ante sí. Era alto, fornido, de piel blanco perla. Era calvo y sus ojos eran muy grandes y ovalados, sin pupilas. El gesto de su rostro era hierático. Vestía un clásico uniforme de entrenamiento de color amarillo apagado y pantalón negro.
—Sí, bájeme de aquí —dijo Sakoto.
—No, no puedo.
—¿Por qué?
—No sé quién eres, ni qué quieres.
—Quiero bajar, y me gustaría que me enseñara artes marciales.
—¿Sí? ¿En serio? Si tú eres rausense.
—¿Y qué?
—Los rausenses tenéis la cabeza hinchada, sobre todo cuando lleváis mucho tiempo colgados de los pies —sonrió.
—Muy gracioso… ¿Quiere bajarme de aquí, por favor?
—He oído que hubo un combate entre guerreros de La Praleña y de Nalehom que acabó con la destrucción de Tarrakron. ¡Oh, cabeza muy hinchada!
—Éramos nosotros… ¡Y Nalehom ha amenazado con volar Yamatori e Ivalis en un mes!
Neoh hizo un gesto con los ojos y Sakoto quedó descolgado.
—Eres un amasijo de nervios para ser un Hikari…
—¿Qué?
—Vaya, no sabes ni quién eres.
Sakoto se quedó algo confuso con el comentario del maestro. Se puso en pie.
—Así que ya has combatido —dijo Neoh.
—Sí.
—¿Eres bueno?
—Sí, creo que sí.
—¿Buena defensa?
—Sí.
Neoh miró fijamente a los ojos de Sakoto unos instantes. Sin que el Soniquete pudiera siquiera intuirlo, Neoh lanzó una ráfaga de puñetazos y patadas a una velocidad que Sakoto nunca había visto. Quedó ojiplático.
—No os entrenan bien en Raus. ¡Tu defensa es muy mala!
Sakoto se molestó por ese comentario recordando a sus maestros. Pero dejó el orgullo a un lado e insistió.
—Enséñeme.
—Vuelve el año que viene, no sabes ni quién eres.
—¡No! ¡Debo entrenarme ahora!
—¿Por qué?
—La guerra, Nalehom…
Neoh dio la vuelta y caminó en dirección a su cabaña.
—Vamos a comer algo.
—¿Comer?
—No suelo tomar decisiones con el estómago vacío.
***
Por su parte, Panshiro se retiró a las montañas de Tosa, en el extremo norte de Raus, para seguir con su entrenamiento.
Al presenciar el increíble aumento de poder de Trokkolo Grogui y de su compañero Sakoto, el Soniquete, ya no solo por el bien de Raus y de los países vecinos, sino también como guerrero nato, necesitaba profundizar en los secretos del Puño Cardinal.
Panshiro era poco hablador y algo distante, pero se ganó el apodo de Puño de La Praleña por su poder y determinación en el campo de batalla. Era un guerrero veterano y su opinión siempre era muy respetada.
Ahora era el momento de profundizar en los misterios del Puño Cardinal y adquirir nuevos poderes para vencer a Nalehom y sus hordas, sin olvidarse del traidor de Siriyú.
***
Los prisioneros de Nalehom, miembros de La Praleña, estaban desesperados. Los encerraron en una especie de hangar con unas pocas camas, dos baños y una cocina con comida en lata. Los prisioneros eran: Biticli, Pasqual, Karajah, Vórtice, Juantello, Patrulloso-X, Xiv y Runewa.
De lo sucedido en Tarrakron hacía apenas unos días, solo recordaban la aparición de Siriyú junto a multitud de soldados de Nalehom y de cómo estos les lanzaron unas granadas adormideras. Luego despertaron en esa cárcel con una nota que decía:
«Bienvenidos a Piter Mata, prisioneros. Que sepáis que hemos solicitado a La Praleña que entregue a Los Soniquetes en el plazo de un mes para que podáis ser liberados. Es un intercambio sencillo, pero creemos que La Praleña prefiere a vuestros otros compañeros.
Mientras se lo piensan, os hemos dejado comida y agua para un mes. Y una cosa más: no intentéis escapar. El lugar en el que os encontráis está construido con piezas anti ki y no podéis usar vuestras técnicas. Así que relajaos y divertíos.
Cordialmente,
El ejército de Su Majestad Nalehom.»
Todos maldijeron a Nalehom y a su ejército más que nunca. Después se organizaron para mantener una convivencia normal. Xiv, al tener varios tentáculos, se ocupaba de la cocina. El resto se repartía tareas de limpieza e intentaban no convertir ese espacio en un estercolero, pues el único lugar para tirar deshechos era el baño y eso complicaba las cosas.
Por lo demás, se entretenían con juegos de adivinanzas, chistes y contando anécdotas sobre sus aventuras por Raus.
***
Después de regresar de la casa de Neoh, Rage vistió su uniforme militar, algo que no sucedía desde hacía quince años. Cuando se fundó La Praleña, fue sargento mayor instructor de cadetes durante cinco años, pero debido a una serie de desavenencias con el resto del equipo, se marchó a Tarrakron para trabajar en operaciones especiales, momento en que se formaron Los Soniquetes. Ahora las urgencias de los tiempos le habían hecho regresar.
Lo primero que hizo fue visitar el despacho de su viejo amigo y hermano de armas Yarret Clam, para que le pusiera al día sobre la situación de La Praleña de la Niebla. Cuando llegó no había nadie en el despacho de Clam. Mientras esperaba se sirvió una taza de café de una máquina que había en una mesa.
Cuando iba a beber de la taza, una grave y penetrante voz dijo:
—¡Eh, sifilítico! ¿Cómo te atreves a beber café en mi taza?
Rage lo miró. Era Yarret Clam. Clam era muy alto y corpulento, con barba y cabellos negros. Su brazo derecho era sintético y podía convertirlo en un cañón de energía. Igual que Rage, era un gran tirador y buen estratega, siendo crucial en la Gran Guerra y en la actual Praleña. Fue uno de los fundadores de Los Bujías, el grupo de operaciones especiales de Raus ciudad.
—Sí, es cierto, es peligroso, aún no me han vacunado —respondió Rage.
—Si tu cerebro funcionara con la misma velocidad que tu boca, serías un general a estas alturas.
—Bueno, si fuera tan feo como tú, sargento mayor, intentaría hacer anuncios de profilácticos.
—Sigues teniendo la misma mala leche —se hizo el silencio unos instantes—. ¡Cuánto me alegro de verte, Mick! ¡Aquí debes estar!
Clam le dio un abrazo y Rage dijo con humor:
—No te pases, Yarret, pensarán que estamos liados.
Delante de la puerta del despacho apareció una figura. Era alto, de mirada y facciones serias.
—¡Firmes! —dijo Clam, y Rage y él se pusieron firmes—. Buenos días, señor.
—Sargento Mayor… —dijo el hombre.
—¿Café, señor? —dijo Clam.
—No —dijo mirando con desagrado a Rage.
—El sargento Mick Rage se presenta ante usted, señor —dijo Rage.
El hombre se fue.
—El culo de nuestro oficial de operaciones está tan cerrado que caga por la boca —comentó Clam.
—¿Es de después de la guerra?
—Un gran héroe en los campos en ruinas.
—Joder, cuándo cambiará mi suerte…
—Nunca. Vamos a ver al capitán.
Ambos fueron al despacho del capitán, de nombre Kulbert. Estaba sentado en su butaca. Siguió mirando con desprecio a Rage y se dirigió a él.
—Lleva mucho tiempo en la milicia.
—He combatido algo, señor.
—En la Gran Guerra Mastrukiana estuvo en Raus, Yamatori e incluso la Batalla de Balámbur —explicó Clam—. Este viejo perro lleva tanta metralla dentro que haría petar un detector de metales.
—Yo todavía no he tenido el gran privilegio de combatir —comentó Kulbert—. Aún no ha habido ocasión propicia.
—Llegará el momento, señor —dijo Clam.
Kulbert miró de nuevo a Rage.
—Mi hoja de servicios ha sido intachable hasta la fecha. Espero que siga así. Quiero que La Praleña de la Niebla sea la envidia del ejército de La Praleña. Exijo que mis oficiales sean los primeros en dar ejemplo. La violencia gratuita y la insubordinación no constituyen lo que consideraría un buen ejemplo.
Kulbert se levantó del asiento y se acercó a Rage.
—Solo he tenido algún altercado de poca importancia, señor—dijo Rage.
—Un acto habitual en usted, sargento —dijo Kulbert—. Los Soniquetes han sido célebres por desacatar órdenes constantemente, igual que Los Bujías —miró a Clam—. Hace unos días atacaron La Tabacalera sin permiso de la cúpula de Chimpunia y ha sido un desastre absoluto.
» Si me jode, sargento Rage, llevará el culo escayolado durante un mes, ¿me ha entendido, soldado?
—Sí, señor.
—No estamos en sus tiempos, sargento. Somos diferentes, más efectivos. Personajes como usted son anacrónicos. Le deberían meter en una urna con una inscripción: «romper en caso de guerra». No tolero a los veteranos como usted que creen saberlo todo y quieren obrar por su cuenta, ¿entendido?
—He comprendido que lo puedo pasar mal si no cumplo con mi trabajo, señor.
—¡Mayor! Rage ha sido destinado a la Sección de Incursión de La Praleña de la Niebla —dijo Clam.
—Sí, a Incursión —dijo Kulbert—. Su último sargento fue Pocapest, que sirvió con usted. Se ha jubilado. Como estaba a punto de retirarse fue permisivo y sus soldados han tenido un rendimiento mediocre. No se sienten motivados y quiero que estén en forma.
—Yo les convertiré en máquinas de amar y matar, señor.
—Pueden retirarse.
Clam y Rage se marcharon.
—Esto es lo que hay —dijo Clam.
—¿Cómo ascendió este niño?
—Fue muy bueno en la instrucción cuando era cadete y prometía, pero es un coñazo de tío.
—¿Y quién manda aquí ahora?
—Hay muchas cosas que debo contarte, Mick. Cenarás conmigo y Scarlet, quiere verte. Luego nos emborracharemos con licor de avellanas y hablaremos de los viejos tiempos.
—Hecho.
—¿Quieres que te presente a tu tropa?
—No, no te molestes, yo me encargaré.
Rage subió al todoterreno y se dirigió a las casetas de la Sección de Incursión.
***
Respecto a Badai, fue junto a Ziffa a la sede de Los Bujías para entrenar con ellos. Los Bujías y Los Soniquetes eran grupos homónimos. El primero se ocupaba de las operaciones especiales de la ciudad de Raus y el segundo de Tarrakron. Los Bujías eran el grupo original formado ya en la guerra por miembros de las milicias rausenses. En la actualidad, estaban constituidos por Yarret Clam y Scarlet, que eran matrimonio; Ziffa y El Ninjo —de regreso la primera—, Calistro, Arsi, otra ninja hermana de El Ninjo, Pepelu, un robot con ruedas que se ocupaba de crear estrategias y dar consejos, y Pikolov.
—Ya me ocupo yo de contar lo que ha pasado con El Ninjo —dijo Ziffa.
Entraron en la sede de Los Bujías, ubicada en uno de los extremos del cuartel de Chimpunia. Y para sorpresa de Ziffa y Badai, ahí estaba El Ninjo relatando con gran ánimo a Scarlet y Arsi lo sucedido en Tarrakron.
—Vaya, faltabais vosotros dos —dijo El Ninjo.
Después de que Ziffa abroncara a El Ninjo por no dar señales de vida y no avisar de que estaba bien, todos se saludaron con afecto y se pusieron al día de todo lo acontecido.
Scarlet también había estado combatiendo junto a Los Bujías en la guerra veinte años atrás. Era de estatura media, pelirroja, de complexión atlética. Su especialidad era el sigilo, siendo muy capaz en misiones de infiltración.
Respecto a Arsi, hermana de El Ninjo, tenía unas habilidades muy parecidas a las de su hermano, aunque por su baja estatura podía acceder a lugares a los que aquel no era capaz de llegar. Sus cabellos eran cortos y morenos y su complexión, aun teniendo poca altura, era fuerte. Ambos eran de Utai, una provincia del extremo este de Ivalis.
Charlaron largamente y planificaron el entrenamiento que iban a realizar. De hecho, todo Chimpunia, a raíz de los recientes acontecimientos, rebosaba movimiento, nervios y vida. Los cadetes en general estaban nerviosos, excepto los de Incursión, que más bien hacían caso omiso de la situación.
¿Podrá Rage instruirles? ¿Y Sakoto, será entrenado por Neoh?
CONTINUARÁ…