Habiendo lidiado durante con las tropas de Tarrakron, Sakoto había aprendido que, después de una escaramuza, el último lugar en el que buscarían al harapiento luchador sería en la carretera que atravesaba el bosque. Los soldados pensaban que sería muy estúpido intentar esconderse en el lugar más visible de la zona y Sakoto, al percatarse de ese hecho, solía moverse por la carretera.
«Creo que me acercaré a la playa —pensó—, hace tiempo que no voy y me apetece pescado.»
Recordó lo sucedido hacía apenas una hora y se lamentaba por ello.
«Pensaba que les había dado esquinazo… ¿Nunca acabará esto, o qué?»
Sin esperarlo, una voz estridente gritó su nombre.
—¡Sakoto!
De entre las ramas de unos árboles próximos a la carretera, apareció un gorrión con el ceño fruncido.
—Manduko, figura, ¿cómo estás?
Con el pasar de los años habitando en el bosque, Sakoto había aprendido a hablar con los animales, con los que mantenía una relación fundamentada en el rechazo y la colaboración mutuos.
Manduko, cabreado, dijo:
—¿Que cómo estoy, desgraciado? ¡Otra vez te has cargado medio bosque!
—¿Medio bosque? Exageras un poco, ¿no…?
Apuntando con su ala izquierda cual dedo acusador, el exaltado gorrión amenazó a Sakoto:
—¡A la próxima te echamos de aquí!
Sakoto y Manduko comenzaron a discutir acaloradamente en mitad de la carretera. Unos instantes después, apareció en el horizonte un camión a toda velocidad.
—¿¡Y qué hago, me quedo quieto!? ¡Tenía que defenderme! —dijo Sakoto.
El camión se acercaba más y más. Era grande y en el lateral del contenedor podía leerse Nalehom VE. El conductor, nervioso desde antes, se puso aún más frenético al ver la extraña escena de un hombre gritándole a un gorrión. Desesperado, el conductor comenzó a pitarle y a gritar a Sakoto:
—¡Payaso, sal salta de ahí!
Sakoto y Manduko se dieron cuenta de la presencia del camión. El conductor no frenó y el habitante del bosque y el ave se apartaron sobresaltados. Ambos no le increparon al conductor, sabiendo que el camión pertenecía a sus enemigos y que podían ser descubiertos.
—¿Qué le pasa a ese? —se extrañó Sakoto.
De un instante a otro, el hombre del bosque sintió una extraña energía emitida desde dentro del camión.
«¿Y ese ki tan agresivo?»
Sakoto percibió que la energía aumentaba y el camión comenzó a temblar, cada vez más. El último pensamiento de su conductor fue: «Maldición, no he llegado a tiempo…».
El contenedor del camión hizo un movimiento muy brusco y volcó, explotando a continuación. Sakoto tomó postura de guardia.
De entre las llamas apareció una silueta. Ese ser era el que emitía aquel ki tan violento que Sakoto había percibido.
—Mejor márchate, Manduko —aconsejó Sakoto al gorrión.
Volando rápido antes de que Sakoto dijera nada, Manduko le dijo:
—¡Dale fuerte Sakoto, el bosque está contigo!
«¿Pero no me ibais a echar?», preguntó para sus adentros. «En fin, esta energía me da mala espina».
—¿Quién eres, bicho? ¿Un soldado de Nalehom?
La criatura no era humana. Más bien, parecía una mezcla entre humano y lemming. Su boca y ojos eran muy grandes y su pose de combate era casi animalesca. Vestía una armadura cómoda de combate, la llamada comcom, una indumentaria poco habitual en Tarrakron, proveniente del país vecino del sur, Yamatori.
La extraña criatura gruñó a Sakoto y concentró ki, haciéndolo aumentar. Sakoto se preocupó, pues era una cantidad de energía que no sentía desde hacía mucho. El guerrero lemming, o lo que fuese, se abalanzó y atacó al luchador del bosque.
La velocidad del monstruo era mayor de lo que Sakoto esperaba, y este recibió una patada en el pecho. Sakoto contraatacó con otra patada, pero no acertó. El monstruo se agachó y le zancadilleó, pero el habitante del bosque cayó de pie.
«Qué rápido», pensó. La bestia con armadura se lanzó de nuevo hacia Sakoto y esta vez paró su ataque. Comenzaron a intercambiar golpes, manteniendo un combate igualado. En un momento de mayor ferocidad, Sakoto propinó uno de sus combos de golpes más poderosos, el Aplastatobas. El guerrero bestial salió malherido e instintivamente lanzó un haz de energía con sus manos. El canoso guerrero contraatacó con un Carcayú Invertido.
El choque de energías hizo temblar la zona. Sakoto se esforzó al máximo y fue el vencedor del combate, arrasando con su ataque más poderoso al extraño monstruo. Cuando fue a ver los restos de la criatura, Sakoto se desconcertó. No había armadura, sino un enclenque lemming muerto y una hoja de papel al lado. El guerrero agarró la hoja y la leyó:
«Tijecta el Rasposo. Criminal de nivel 3. Se busca en Yamatori del Sur por atraco, homicidio y contrabando de zurraspadores. Muy violento.»
Una foto de carné acompañaba al texto. Podía verse a un humano con el peinado y algunos rasgos del monstruo con el que había luchado. O más bien al revés: el monstruo se parecía al tal Tijecta.
—¿De qué va esto? Me llevaré esta hoja, es muy raro… y me voy de aquí antes de que lleguen esos apestosos.
Sakoto se internó en el bosque en dirección a la playa.
***
Una hora después, un grupo de soldados de Nalehom investigaban lo sucedido en el lugar de la batalla. Un cabo analizaba al lemming fallecido. A los pocos minutos, un lujoso coche negro con los vidrios tintados hizo acto de presencia. De él bajo un hombre alto, de cabellos negros repeinados hacia atrás. Llevaba gafas de sol y una gabardina ocre. Su pose era imponente, seria y rígida. Su presencia inspiraba temor y respeto en sus soldados. Se dirigió al cabo y este le comentó:
—General Log, ha habido un combate entre seres que controlan el ki.
—¿No había junto al lemming una página? —preguntó Nester Log.
—No, señor, nada.
«Joder. ¿Habrá sido el pordiosero ese? Hace horas que mis hombres no dan señales de vida.» Log se dirigió a los allí presentes:
—Registrad todo el bosque. Buscad al tal Sakoto. Si no lo encontráis de aquí a la noche, rodarán cabezas. Posiblemente lleve consigo una página, ¡traedla también!
¿Quién era el monstruo lemming? ¿Qué era la extraña página que Sakoto encontró y por qué la quería Nester Log?
CONTINUARÁ…