Los Soniquetes y Ziffa se infiltraron en La Tabacalera. Las escaleras llegaban a una habitación con un pozo y tres entradas a las alcantarillas. Parecía una sala de vertido de deshechos de todo tipo, pero estaba muy limpia y olía a lejía.
—Si esto es un almacén de deshechos quiere decir que están quimi-trabajando —comentó Badai.
—¿Quimi-trabajando? ¿Qué carajo hablas? —en ocasiones, Rage se enfurecía cuando escuchaba incorrecciones lingüísticas. —Abre la puerta esa, anda.
—Sí, jefe… —dijo Badai, molesto. Sakoto no entendía nada.
Badai abrió con sigilo la puerta de la habitación y observó lo que había fuera de la sala.
—Es un hangar con cajas apiladas —dijo en voz baja—. Son muchas y forman pasillos.
—Mierda, un laberinto —dijo Sakoto.
—Es lo que hay, vamos —ordenó Rage.
—Panshiro, nunca dices nada —dijo Ziffa.
—Si no aporto ninguna solución hablando no hace falta malgastar saliva —respondió el guerrero. —Hablaré cuando toque.
Salieron de la habitación y comenzaron a recorrer el laberinto de cajas. La sala estaba en perfecto orden y los pasillos entre las paredes de caja eran amplios. Todo estaba muy tranquilo, pero era una de esas calmas que escondían una tensión que los héroes podían percibir en el ambiente.
—Esto es muy raro —dijo Badai. —No hay ni un alma por aquí.
—Exacto, no os confiéis —respondió Rage.
Unos pasos después, los cinco confirmaron lo que habían intuido. A la salida del hangar de cajas, una silueta los estaba esperando. Era Trokkolo. Rápidamente todos se pusieron en guardia.
—¡Trokkolo, hijo de perra! —exclamó Rage mientras desenfundaba su pistola y le apuntaba, sabiendo, por cierto, que las balas eran inútiles contra él.
—Os esperaba —dijo Trokkolo para sorpresa de sus enemigos.
—¿Que nos esperabas? —dijo confuso Sakoto.
—Mi maestro va siempre un paso por delante que los demás.
De repente, Badai vio por un instante un pequeño haz rojo, y siguiéndolo con la vista se percató de que era una mira láser que apuntaba al pecho de Rage. Instintivamente, desenvainó su espadón y lo puso enfrente de su jefe. Casi al mismo tiempo, una bala rebotó en la espada de Badai, salvando a Rage.
—¡Moveos, es un francotirador!
—Si te sirve como motivación, es Log —dijo Trokkolo con malicia mirando al veterano soldado.
Rage, sin decir nada, corrió furiosamente tras un camión que se encontraba próximo a ellos, fuera de la vista de Log.
—Iji, Ziffa, id con él y acabad con Log —dijo Panshiro. —Sakoto y yo eliminaremos a Trokkolo.
—Hoy iré en serio, Puño Cardinal —respondió Trokkolo.
Panshiro, Sakoto y Trokkolo tomaron postura de ataque. Panshiro y Trokkolo se miraban fijamente como si Sakoto no estuviera, algo que no gustó al guerrero, tomándolo como un desprecio. Enfadado, gritó:
—¡Yo también estoy aquí, asqueroso!
Sakoto se abalanzó sobre Trokkolo, sorprendiéndolo, pero reaccionó rápido y esquivó su envite. Panshiro atacó también y ambos rivales comenzaron a intercambiar golpes. Sakoto probó de nuevo y, con un movimiento suave y rápido, el siervo de Nalehom le propinó un puñetazo, tumbando a su contrincante y volviendo a la lucha con Panshiro.
Panshiro lanzó uno de sus ataques más poderosos, los 100 Puños Cardinales y, aunque Trokkolo esquivó varios de ellos, otros tantos le impactaron, tirándolo al suelo. Se levantó rápido y evitó un rodillazo de Sakoto. Sakoto esquivó el contraataque de su enemigo y lucharon con intensidad y furia. Panshiro se unió al combate y los tres daban y recibían golpes sin cesar.
Sakoto y Panshiro estaban realmente impresionados con Trokkolo. Era más poderoso y técnico de lo que parecía. Además, a pesar de ser grande y musculoso —incluso más que Panshiro— era muy rápido. Pero no solo era eso: Trokkolo tenía algo más. Su mirada y sus movimientos desprendían confianza y mucha agresividad; podría decirse que incluso poseía un carisma que imponía a sus rivales. Panshiro, que no era fácilmente impresionable, sentía cierta inquietud ante el poder de Trokkolo.
—Sakoto, sé que estás economizando energías por lo que pueda pasar —dijo Panshiro en un momento en que estaban más separadas de Trokkolo—, pero deberíamos lanzarnos sobre él con todo.
—Tienes razón —respondió el hombre de los bosques.
—Tú activa el Golpe de Castro y yo también activaré el Gran Golpazo Cardináceo.
—¡Vamos!
Ambos guerreros activaron sus respectivos poderes especiales y la noche se iluminó.
—Vuestro ki ha crecido —apreció Trokkolo—, incluso el tuyo, Sakoto. Me pondré a vuestro nivel.
Trokkolo se quitó la capa y comenzó a concentrar ki, haciendo temblar todo lo que había a su alrededor.
***
Mientras los guerreros combatían, Ziffa, Badai y Rage buscaban a Log. Estaban agachados corriendo tras paredes, vehículos, cajas y cualquier elemento que les protegiera del francotirador.
—Puto cobarde —dijo Rage—. ¡Sal, maldito!
—Si llegas hasta mí te doy mi palabra de que tendremos un combate honorable.
Era la voz de Nester Log saliendo de un altavoz próximo a ellos. Como si esas palabras fueran una especie de seña, multitud de soldados de Nalehom aparecieron de la nada apuntando con sendos rifles a los tres miembros de La Praleña.
—Lo que yo te diga, es un cobarde —repitió Rage.
Los tres se levantaron y se cubrieron las espaldas mutuamente.
—¿Podéis con los de vuestro flanco? —preguntó Rage a sus subordinados.
—Sin problema —asintió Ziffa.
—Son míos —dijo Badai.
—Vale. Fijaos si son inútiles que nos están rodeando con rifles. Más de un disparo dará en un compañero suyo, aprovechad esa ventaja. ¡Sganda praleña!
Un instante después, todo tembló y a lo lejos vieron las luces que emitían Sakoto, Panshiro y Trokkolo. Los soldados de Nalehom se distrajeron un momento y Badai, Ziffa y Rage aprovecharon la confusión tomando la iniciativa en el ataque. Varios soldados comenzaron a caer y los otros comenzaron a disparar.
Como había dicho Rage, los soldados, al estar mal posicionados, se dispararon también entre sí, y los tres compañeros se cubrían entre sus enemigos y seguían combatiendo y tumbando a sus oponentes. Entre las patadas técnicas de Ziffa, los certeros espadazos de Badai y los precisos disparos de Rage, en poco tiempo todos los soldados de Nalehom cayeron. Pero llegaba una segunda oleada.
—Movámonos, Log es el objetivo principal —ordenó Rage.
Mientras corrían buscando alguna señal de la ubicación de Nester Log, Rage recibió un disparo en la pierna. El veterano soldado cayó al suelo.
—¡Joder! —se quejó.
—¿Estás bien? —preguntó Badai, preocupado.
—¡Sí, me voy a poner a bailar de la alegría! —dijo con sarcasmo el herido—. ¿Habéis visto al menos de donde viene el disparo?
—Creo que proviene de aquella torre —señaló Ziffa una torre cuyas escaleras se encontraban fuera, alrededor de la estructura, como una hiedra metálica y fría.
—Estaré bien, me esconderé y me iré cargando soldados.
Ziffa y Badai corrieron hacia la torre.
***
Las fuerzas de los tres combatientes restallaban destrozando todo a su paso. El Golpe de Castro y el Gran Golpazo Cardináceo superaban en algunos envites el tremendo ki de Trokkolo, pero el guerrero resistía sin atisbo de retroceso. Cargó más ki, golpeó a los dos Soniquetes y ambos chocaron con fuerza contra el suelo. A continuación, Trokkolo saltó a gran altura y lanzó un sinfín de destellos de energía hacia sus oponentes.
Sakoto y Panshiro esquivaban los ataques. Aprovechando un resquicio, Sakoto lanzó un Carcayú Invertido, ataque que Trokkolo no esperaba. Cuando iba a anularlo con sus propias manos, apareció Panshiro justo al lado de él y le propinó una fuerte patada, quedando Trokkolo a merced del Carcayú. La explosión fue estruendosa, y el siervo de Nalehom cayó al suelo.
Sabiendo que no debían relajarse, los Soniquetes se abalanzaron sobre Trokkolo para terminar el combate. Pero los dos guerreros no esperaban que a su contrincante aún le quedaran vastas reservas de ki. Cargó energía y golpeó a ambos. De nuevo, los tres se enzarzaron en un duro intercambio de golpes.
Sakoto y Panshiro se hicieron conscientes de que su rival era más poderoso de lo que imaginaban. Pero no podían permitirse dudar y siguieron dándolo todo para vencer.
Hubo un momento en que parecía que, a medida que el combate continuaba, Trokkolo aumentaba en fuerza y velocidad. Comenzó a superar a los dos héroes, aunque estos soportaban los feroces ataques del enemigo.
Sin embargo, Trokkolo asestó un fuerte puñetazo a Panshiro, quedando este incrustado en una pared. Ahora Sakoto y Trokkolo se encontraban frente a frente.
—Ya lo tengo hecho, Sakoto —dijo Trokkolo, altivo.
—¡Y una mierda! ¡Esta noche terminará todo! —respondió, cargando el Golpe de Castro más allá de lo recomendado por el Maestro Castro.
Sakoto comenzó a emitir mucho más ki. Su musculatura aumentó y, de repente, desapareció. Cuando volvió a aparecer, su puño estaba hundido en el estómago de Trokkolo; el puñetazo fue muy doloroso. Sakoto no cesó de atacar y le lanzó su combo Aplastatobas, terminándolo con una patada y un voluminoso Carcayú. Esta vez Trokkolo cayó al suelo semi inconsciente.
El héroe, muy cansado por el gasto de ki de hacía unos instantes, se acercó a Panshiro para comprobar cómo estaba.
—Estoy bien, solo me he traspuesto un poco —dijo Panshiro—. Por cierto, después de lo que he visto, no sé si sería capaz de vencerte. Eres un tipo extraño…
—No creo que te pueda vencer todavía —dijo Sakoto, convencido de sus palabras—. Ya lo comprobaremos cuando acabemos con todos estos.
Trokkolo permanecía tirado en el suelo, con el cuerpo y el orgullo muy heridos. Aún había algo que podía hacer para vencer, pero dudaba si dar ese paso…
***
Badai y Ziffa llegaron a un punto del cuartel lo suficientemente cercano para avistar la localización de Nester Log. Tal como detectó Ziffa, Log se encontraba justo en la azotea de aquella torre.
—Ziffa —dijo Badai, pensativo—, vamos a sorprender al capullo ese.
—Vale, ¿cómo? —preguntó la artista marcial.
—Lánzame a buena altura el contenedor ese de ahí y se lo estamparé en la cara.
Badai se refería a un contenedor metálico grande y pesado que se encontraba cerca de ellos. Ziffa asintió, corrió hacia él y, acumulando ki en sus piernas, le dio dos fuertes patadas al contenedor, elevándolo y acercándolo a la posición de Badai. Nester Log, observando desde la torre, no entendía que estaba sucediendo.
Aprovechando la escasa cobertura de Ziffa, le apuntó con su rifle de francotirador. Pero no le dio tiempo a disparar. Badai apareció con la espada desenvainada y brillando, y golpeó el contenedor con una ventisca lanzada desde su arma que despidió la pesada masa de metal a gran velocidad sobre la posición de Log. Log no tuvo tiempo de reacción suficiente para evitar el ataque y fue golpeado por el contenedor.
El impacto del contenedor contra la torre y Log fue tan fuerte que la misma torre se desmoronó, convirtiéndose en un amasijo de hierros y cemento.
Cuando Ziffa y Badai llegaron a las ruinas de la torre, no hallaron rastro de la mano derecha de Nalehom.
—Joder —se quejaba Badai—. ¡Si he visto cómo le daba!
—Ese tipo sabe escabullirse, ya lo sabes —comentó Ziffa—. Pero ahora no podemos buscarle, volvamos con Mick.
***
Sakoto y Panshiro se acercaron a Trokkolo para darle el golpe de gracia. Trokkolo, a duras penas, logró ponerse en pie. Estaba sangrando, con la armadura destrozada y jadeando.
—Sois poderosos, mucho —dijo Trokkolo con la calma y seguridad que le caracterizaban—. En tu caso, Sakoto, me has recordado a aquel ataque que me lanzaste y que terminó con el distrito Pelagius. Qué tiempos aquellos, ¿eh? Cómo te descontrolabas…
—Cállate… —dijo Sakoto, entre enfadado y avergonzado.
—Vaya, parece que solo tú y yo sabemos lo que sucedió en Pelagius. ¿Por eso te escondiste todos estos años? Venga, si al menos no mataste a ninguno de los tuyos.
—¡Que te calles! —repitió Sakoto, más enfurecido.
—¿De qué habla, Sakoto? —preguntó Panshiro.
—Os lo explicaré cuando salgamos de aquí —dijo Sakoto, centrándose de nuevo en el combate.
—No saldréis de aquí —dijo Trokkolo con firmeza.
Sin decir nada más, sacó del bolsillo del pantalón un papel. Lo extendió y lo acercó a su pecho. El papel brilló tenuemente y se introdujo en el cuerpo de Trokkolo.
CONTINUARÁ…