CAPÍTULO 33: ESTALLA EL DUELO

Las energías de Sakoto y Trokkolo Grogui volvieron a chocar. Las ruinas de Pelagius se pulverizaban aún más con cada nueva técnica empleada por los dos guerreros. En algunos instantes, Sakoto era quien llevaba la ventaja, y en otros era Trokkolo el que superaba al Hikari. Todo lo sucedido era observado con absoluta atención por La Praleña desde Piter Mata.

En uno de los momentos en que Trokkolo Grogui tomó la delantera a Sakoto, utilizó una poderosa técnica de Grogui, el Cañón Finalizador. Una masa de ki verde estalló en Sakoto, que cayó herido.

Sakoto se levantó, realizó el gesto del Carcayú Invertido y le lanzó la técnica. Trokkolo Grogui, al conocerla, iba a aplastarla de nuevo como hizo antes. Pero esta vez fue diferente. De forma inesperada para el coloso, de la ráfaga de energía surgieron otras dos igual de grandes que se fueron a cada lado. Los tres Carcayú rodearon a Trokkolo, que no tuvo tiempo para reaccionar, e impactaron en él. La explosión fue estruendosa y dejó un amplio cráter.

Las reservas de energía comenzaban a bajar en Sakoto. Aquella técnica —a la que llamó Triple Carcayú— requería una gran cantidad de ki.

Trokkolo había sobrevivido al Triple Carcayú, aunque le ocasionó heridas contundentes. Se enfadó sobremanera, y comenzó a cargar ki sin parar. Sakoto recordó la escena de La Tabacalera, cuando el siervo de Nalehom absorbió la página de Grogui.

En esta ocasión, además de multiplicar su ki, en el interior de Trokkolo estaba sucediendo algo importante. Definitivamente, su alma y la esencia de la página de Grogui se estaban convirtiendo en una sola realidad. En apenas unos instantes, el poder de Trokkolo se multiplicó. Sakoto se puso nervioso.

***

En Piter Mata todos tenían miedo. El crecimiento del ki de Trokkolo Grogui significaba que la derrota era muy probable.

Scarlet, absorta como todos en el combate, por un momento miró a su lado y no vio a su marido, Clam.

—¿Has visto a mi marido, Calistro? —preguntó.

—Qué va, si e’toy viendo el espectáculo. Tampoco veo a Mick ni a Pikolov.

Clam, Rage y Pikolov se habían marchado de la sala de cine improvisada para subirse a las motos voladoras en busca de Nalehom. Pikolov había sentido el ki del brujo alejarse nada más comenzar el combate entre Sakoto y Trokkolo, y no podían dejar escapar al causante de todo.

No tardaron mucho en encontrar al cobarde dictador huyendo en su nave. Nalehom se dio cuenta de que fue detectado y bajó a tierra, justo a un bosque que consideró muy oportuno para despistar a sus perseguidores.

Los tres veteranos héroes descendieron y comenzaron a sortear árboles mientras disparaban a la nave del brujo.

—El desgraciado sabe zafarse —comentó Clam por escucher.

Nalehom invocó magia de fuego y les lanzó varias llamaradas. Los tres cazadores tuvieron que desviar su ruta para no ser chamuscados y perdieron de vista al brujo. Rage se salió del bosque y volvió a ascender para rastrear el paradero del dictador.

—Subid, que desde aquí lo veremos —dijo Rage a sus compañeros.

Pikolov y Clam volvieron al cielo.

—¡Miradlo, está ahí! —exclamó Clam.

Los tres descendieron de nuevo. Nalehom corría ahora por un camino de grandes rocas, no muy lejos de las faldas de Churana. Otra vez se inició el eslalon, esta vez entre las rocas. El vehículo del brujo era muy manejable y sorteaba los obstáculos con cierta facilidad, hecho que compensaba su escasa velocidad.

Rage aceleró y se acercó más a Nalehom, colocándose en paralelo a él. Se lamentó por haber agotado las cargas de APB, que hubieran sido más que oportunas en esa ocasión.

Instantes después, el camino comenzó a estrecharse. En apenas ciento cincuenta metros solo podría pasar uno de ellos. Si Rage frenaba para colocarse detrás del brujo, este podría acelerar lo suficiente como para escabullirse totalmente de ellos, pues detrás del paso al que se aproximaban había una gran cantidad de riscos con bosques frondosos y profundas cuevas. Esto lo sabía Nalehom, pues había creado una ruta de escape en caso de que las cosas le fueran mal.

Rage decidió jugársela. Arriesgándose al máximo, acercó su moto al vehículo de Nalehom. Se subió sobre el asiento de la moto voladora y se puso en pie, soltando los manillares. La moto comenzó a ir de un lado a otro. Cuando vio la oportunidad, Rage saltó sobre Nalehom, ante la preocupación de Clam y Pikolov, que iban detrás de él. Rage subió al vehículo del brujo y ambos cruzaron el paso. La moto voladora explotó al chocar con la dura roca de Churana.

El brujo, asustado como nunca, ni siquiera pensó en usar magia para eliminar a su enemigo. Rage desenfundó su pistola y disparó sobre los controles del vehículo, que empezó a dar vueltas de campana. El Soniquete saltó al suelo a tiempo y vio como Nalehom rodaba junto a la nave hasta que colisionó con una roca.

Rage se encendió un puro. Clam y Pikolov fueron corriendo para allá. Habían frenado antes del paso de piedra y aparcado las motos.

—¡Eres cojonudo, colega! —dijo Pikolov admirando a Rage.

—Estás más loco que yo, Mick —dijo Clam a su viejo amigo. —Pero eres el que manda aquí.

Nalehom salió de la nave arrastrándose y los tres héroes se acercaron. Vieron como el brujo estaba desangrándose a causa de una palanca que le había atravesado el pecho.

—Rebeldes… —dijo murmurando entre resuellos. – Habéis… robado mi… sueño.

—Y tú borraste las vidas de muchos, brujo cabrón —dijo Rage dando una profunda calada a su puro. —¿Qué esperabas que fuera a pasar?

—Al menos sé… que Trokkolo os fulminará a todos… Gloria a… El Gran Rey Dem…

Y murió y, con él, su tiranía.

—Pues nada, tíos, vámonos a Piter Mata —dijo Pikolov.

—Sí, volvamos. A ver cómo le va a Sakoto. —dijo Clam.

***

Las cosas no iban bien para Sakoto. Trokkolo Grogui apalizaba al Hikari sin descanso, sin que este apenas pudiera defenderse. Golpes y ráfagas de ki destrozaban el cuerpo de Sakoto y las esperanzas de La Praleña.

Después de jugar con su rival, el coloso propinó un fuerte puñetazo al héroe, que chocó con el suelo con tal violencia que abrió un hondo cráter. Sakoto, agotado y malherido, perdió la transformación en Hikari Keikai. No era capaz ni de ponerse en pie. Había sido derrotado.

CONTINÚA EN EL CAPÍTULO 34

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