Con la llegada de los Rehostios y el regreso de los compañeros presos, la batalla había vuelto a virar a favor de La Praleña. Ziffa y Logan, discípulos del Maestro Apodai, luchaban codo con codo combinando sus mejores técnicas. Ziffa sentía que el joven Logan se había convertido en un guerrero fuerte y que, si salían con vida de aquella batalla, le esperaba un gran porvenir como héroe.
Los X-tremoduros, los Heavyrrones, la banda de El Gasolina y La Praleña de la Niebla soportaban con ahínco los ataques de los Facsímil que, aunque poco a poco iban siendo eliminados, seguían apareciendo. Matau y Kulbert, acobardados y presas del pánico, se mantuvieron lo más lejos posible de la vanguardia. Pasaron desapercibidos.
Otro miembro de Los Bujías del que no se sabía nada desde hacía rato era Calistro. Desapareció de repente. Los más cercanos, como por ejemplo Pepelu, se preguntaban dónde estaba. Lo llamaban por el escucher, pero no respondía. Al final, apareció.
Calistro iba montado en un Mamotretoide que doblaba en tamaño al que se veía habitualmente, de clase Z-Barliber. Sus brazos eran humanoides, pero podían transformarse en cañones cinéticos, que golpeaban con ondas de fuerza. También portaba una batería de misiles Frotakul-50, de menor intensidad que los usados por el Nalehus, pero suficientes para combatir a los Facsímil.
—¿De dónde has sacado ese bicharraco, Calistro? —preguntó Pepelu, exaltado.
—¿Qué pasa, chavale’? —dijo el Bujía con buen ánimo. —Le pregunté a Otakrón que me bu’cara el hangar de los roboses e’tos, y mira tú que me he encontrao con uno má’ grande. Y ya que no lo habían sacao todavía, le he hecho el puente y pa’ qui’ me he venío. ¡Ahora, apartao’!
Habiendo informado a sus compañeros, Calistro comenzó a disparar los cañones cinéticos, barriendo casi literalmente a los Facsímil. Con ese ataque, Los Soniquetes pudieron llegar hasta el cerco. Por el flanco contrario, Pikolov, Yarret y Brako llegaron junto a los guerreros apresados.
Ahora que toda La Praleña estaba unida, hicieron una última carga que retumbó en todo Piter Mata. El ejército Facsímil cayó y La Praleña conquistó la plaza. La batalla había terminado. Solo quedaban Nalehom y Trokkolo Grogui.
***
Sakoto se concentró y saltó con fuerza en dirección a los Facsímil que caían en cascada por el hueco de la escalera de la torre. No vio necesidad de transformarse en Hikari Keikai. Con el puño extendido iba golpeando a todo Facsímil que se le ponía delante. Otros soldados se encaramaban a él, intentando frenar su paso, formando una especie de extraña bola que agarraba al guerrero. Pero no tenían fuerzas suficientes para aplacarlo, y Sakoto continuó ascendiendo hacia el final de la torre mientras vencía a los maltrechos Facsímil.

Sin ninguna dificultad, el Hikari subió hasta el final de la torre. Con la acometida de Sakoto, el ejército Facsímil quedó totalmente erradicado. Estaba ante la puerta de la sala del trono.
Antes de entrar, sacó de su bolsillo una pastilla que le había dado Neoh para recuperar sus fuerzas, pensando en aquel momento. Neoh la llamaba rula balsámica, por su capacidad curativa y regeneradora de ki. Trokkolo Grogui no había luchado y por tanto su rendimiento sería máximo, mientras que Sakoto había combatido con muchos enemigos y, como era obvio, se había desgastado. El Hikari entró en la sala del trono, reencontrándose con su destino.
Nalehom estaba sentado en su trono, con cara de indignación y miedo a la par. Trokkolo Grogui estaba de pie delante del trono. Sakoto se acercó un poco a ellos y habló:
—Por fin volvemos a vernos, Trokkolo. Por cierto, Nalehom. Has demostrado ser un completo estúpido. No sé qué pretendías, pero los Facsímil eran solo carne de cañón. Eres tontísimo.
—¡Malditos Hikari! ¡Sois la peor calaña de Mastruko! —se quejaba el dictador, que a cada instante se sentía más derrotado. —Pero todavía tengo a Trokkolo Grogui. ¡Mátalo, Trokkolo!
El brujo rebuscó por uno de los reposabrazos del trono y apretó un botón. Entorno al trono apareció una cúpula y la pared que había tras el trono cayó.
—¡Confío en ti, Trokkolo! —gritó el dictador. La cúpula y el trono se desprendieron de la torre, descubriendo que el trono era al mismo tiempo un vehículo semi esférico con autopropulsado. Nalehom se alejó de la torre, huyendo como siempre hacía ante situaciones peligrosas.
Trokkolo Grogui ni se inmutó. Su mirada estaba clavada en Sakoto.
—Mejor que se haya marchado el viejo —dijo el coloso con desprecio. —¿Sabes que se ha acobardado al descubrir que eres un Hikari?
—Ahora todo el mundo sabe lo que es un Hikari —respondió Sakoto con cierta ironía.
—Entre los Thurkum se sabe muy bien. Al fin y al cabo, sois de sus peores enemigos.
—Tú página te ha convertido en Hikari también, ¿verdad?
—Más o menos. ¿Sabes quién fue Grogui? Un Hikari yamatoriano, siervo de Su Gran Majestad, el Rey Demonio Khargis. Formaba parte de Núcleo Invisible, el grupo de guerreros más poderosos de Su Gran Majestad, que operaba en secreto por todo Mastruko.
» Grogui fue eliminado por Dain, el Caballero del Dragón, un amigo muy querido por vuestro héroe Ryumah. La espada del caballero también fue la que mató a mi rey, blandida en aquella ocasión por el mismo Ryumah. Por cierto, era tu hermano, ¿verdad?
—Así es. ¿Cómo lo sabes?
—Vuestro ki se parece. Pero él era mucho más fuerte que tú. Reconozco que eso me tranquiliza. Empecemos, Sakoto. Terminemos nuestro duelo. Una vez me ganaste en el distrito Pelagius; otra gané yo en La Tabacalera. Ahora hay que desempatar.
Trokkolo Grogui se transformó en Hikari. Su ki era tan violento que la parte superior de la torre explotó. Abajo, La Praleña al completo observaba muy atenta el combate que iba a iniciarse.
Sakoto también se transformó en Hikari Keikai. Su concentración era máxima. Sin pensarlo, el héroe se abalanzó sobre Trokkolo Grogui. Le dio un puñetazo en la cara, golpe que no afectó mucho a su resistente rival. Comenzaron a intercambiar golpes a toda velocidad y con mucha fuerza. La torre se desmoronó a causa de las embestidas de los dos duelistas.

La fortaleza temblaba de nuevo y el combate iba creciendo en intensidad. Rage y Yarret ordenaron a todos que se apartaran lo más posible de los dos guerreros para no resultar heridos.
Los saltos que daban eran tan fuertes que a veces parecía que volaban. Trokkolo, desde el aire, lanzó una andanada de bolas de ki. Sakoto las esquivaba con celeridad, intentando acercarse a Trokkolo para golpearle. Lo logró y uso el Reaplastatobas, estampando contra el suelo al siervo de Nalehom.
Sakoto no cesó su ataque y le lanzó un Carcayú Invertido. Trokkolo Grogui se levantó y paró con las dos manos la técnica, comenzó a apretarlo hasta que se diluyó en unas luminosas chispas. A continuación, saltó con rapidez en dirección a Sakoto, que no esperaba esa velocidad, y le dio un fuerte puñetazo que provocó que chocara con un edificio.
Sakoto estaba algo dolorido después de ese golpe. Allá fuera podía escuchar como su mortal enemigo reía a carcajadas para provocarle. Sakoto cargó ki de nuevo y se lanzó al ataque. Continuaron intercambiando golpazos. El choque de fuerzas era tal que se desplazaban por toda la fortaleza, de un lado al otro. Apenas unos pocos miembros de La Praleña eran capaces de seguir sus movimientos, y los que podían no paraban de sorprenderse con los poderes de los dos contrincantes.
Los envites fueron tan fuertes que, de una forma extraña que parecía marcada por el destino, el combate los llevó a las ruinas del distrito Pelagius, la zona de Raus más cercana a la fortaleza. Pepelu se conectó con el dron de Otakrón, que fue enviado a la zona de batalla para observarla, y la proyectó con su ojo robótico para que todos pudieran contemplar el desarrollo del combate.
—Sakoto es increíble —comentó Ziffa. —Apenas sabía luchar cuando llegó a las alcantarillas y mira ahora.
—Sí —dijo Badai. —Se ha convertido en nuestra esperanza.
—Vamos, machaca a ese cerdo —dijo Rage. Todos vitorearon a Sakoto desde ahí, mientras Panshiro y Pikolov observaban el duelo en silencio.
El distrito Pelagius estaba casi tal y como lo recordaba Sakoto. Las ruinas sin tocar. Curiosamente, la única casa que se mantenía en pie era un pequeño bloque de pisos de apenas dos alturas que había sido su hogar hasta la adolescencia, antes de que se marchara a otros destacamentos de las milicias rausenses.
—No hay mejor lugar que este para zanjar nuestra rencilla —dijo Trokkolo Grogui, desafiante.
—Pues acabemos ya.
Los dos tomaron otra vez postura de combate. Cargaron sus energías al máximo. Las ruinas temblaban y algunas de las paredes que aún quedaban en pie cayeron. El ki de los contendientes sobrepasaba los ejércitos de ambos bandos.
—Si Nalehom no fuera tan cobarde y te hubiera dejado participar en la batalla, quizá hubierais ganado —dijo Sakoto.
—Sigamos, Sakoto.
Sakoto y Trokkolo Grogui reemprendieron el combate.
CONTINÚA EL CUTRÉPICO DESENLACE DE ESTA HISTÓRICA BATALLA
