La destrucción —o muerte— del Nalehus Rex supuso un duro golpe para el ejército de Nalehom. Muchos de los soldados normales —es decir, todo aquel que no era Facsímil—comenzaron a huir aterrorizados por el poder de Los Soniquetes. La mayoría de las tropas del dictador ahora sólo eran del ejército Facsímil, pues carecían de voluntad e inteligencia y seguían luchando sin más.
Por el contrario, la muerte del gigante metálico subió el ánimo de los miembros de La Praleña y ahora atacaban con mayor fiereza. Pero había un problema: las fuerzas de muchos comenzaban a desfallecer, pues los soldados Facsímil no cesaban de aparecer, como si fueran un ejército infinito. La suerte para La Praleña es que apenas sabían combatir: su fuerza se medía por la cantidad de soldados y no por sus cualidades o experiencia.
En un momento dado, el cerco marcado por La Praleña empezó a colapsar. Los Soniquetes, excepto Sakoto, que se dirigía a la torre del trono, iban lo más rápido posible hacia allá, pero las miríadas de soldados Facsímil frenaban su paso. La Praleña, que en su mayoría estaba en el cerco, aún soportaba las cargas enemigas, pero no aguantarían mucho más.
De repente, se obró un milagro. Unos veloces tajos de espada recorrieron el círculo asediado, cayendo muchos Facsímil. Los soldados de La Praleña provenientes de Raus se sorprendieron al ver el aspecto de los espadachines. Pero Ziffa los reconoció al instante: eran mutantinos, concretamente los Caballeros Rehostios, con Gravesen a la cabeza. Eran cuatro: Zenden, Chigrinsky, Altintop y Gravesen. Ziffa se acercó a ellos.
—¡Gravesen, caballeros! Muchísimas gracias por venir, habéis aparecido en el mejor momento.
—Es un grusto lucharrr a vuestrrro lado como siemprrre, señorrrita Zifffa —dijo Gravesen con solemnidad.
—Pero veo que no está Rustu con vosotros… —observó la luchadora.
—Murrrió en la destrrrucciónn de Trarrakrrron, igual que nuestro anciano maessstrrro —respondió Chigrinsky.
—Lucharrremos en su honorrr —dijo Zenden.
La llegada de los Rehostios reactivó el ataque de La Praleña. Solo eran cuatro, pero muy fuertes, habilidosos y entregados en combate. Por ahora, podrían seguir soportando las cargas Facsímil hasta que Los Soniquetes llegaran.
***
En el extremo sur de la fortaleza, Pikolov, Clam y Brako mantenían un violento duelo con Siriyú. Brako, antiguo X-tremoduro, poseía poderes extraños pero efectivos. Era capaz de generar un arco con poderes eléctricos que provocaban daño perforante y explosivo. También podía emitir un tipo de vibraciones que embriagaban a aquellos que estuvieran a su alrededor.

Pikolov, tal y como había anunciado, le cortó la melena a Siriyú, hecho que enfureció al ex Caballero de la Constelación hasta la exageración.
—Te he hecho un favor, el pelo corto o con mi estilazo es más cómodo para luchar, nene. —dijo Pikolov a Siriyú.
—¡Si pareces un micrófono! —gritó Siriyú mientras intercambiaba golpes con el embajador.
Siriyú era ágil y poderoso, pero Pikolov lo superaba. Tenía mucho ritmo. Detrás de lo que parecía una coreografía a veces sin sentido, se escondía gran precisión y contundencia. Cada movimiento era exacto, con una estética vistosa y deslumbrante. Brako y Clam sólo podían admirar el arte marcial de Pikolov.
Siriyú contraatacó con su mejor técnica, Dragón & Dragón, y Pikolov cayó al suelo herido.
—Hasta cuando cae lo hace con estilo —comentó Brako.
El tabernero tiró varias flechas eléctricas y Siriyú las esquivó. Pero no fue lo suficientemente rápido para esquivar también los cañonazos de la psicoarma de Clam. Los impactos dolieron con intensidad al caballero traidor, cuya armadura quedó resquebrajada.
Siriyú volvió a contraatacar, pero Pikolov apareció en escena.
—Los traidores me ponéis un poco nervioso, dragoncillo —dijo Pikolov al caballero.
El guerrero acercó el pulgar y el meñique de la mano izquierda a su rostro, y a continuación trazó un círculo con la misma mano delante de él que comenzó a brillar con tonos dorados. Luego gritó:
—¡Estilo Berkamiano! ¡Rizos Perforadores de Ki Sublime!
Del círculo salió proyectado un rayo que giraba sobre sí mismo. Desde fuera parecía un muelle de ki que terminaba con la forma de una mano haciendo una peineta. Los Rizos Perforadores de Ki Sublime acabaron de destrozar la armadura de Siriyú y a él mismo, cayendo al suelo semi inconsciente.

—Qué decepción, caballerín —dijo Pikolov. —Te lo digo en serio, me esperaba algo más de rollo por tu parte.
—No te fíes —dijo Clam.
—No hay problema, tronco. Como ha traicionado a todo el mundo pasándose al Lado Kie, pero ha seguido usando las mismas técnicas de su orden, su efectividad ha decrecido, porque la naturaleza de los Caballeros de la Constelación y de los Kie es opuesta.
—¿Qué es eso del Lado Kie, Pikolov? —preguntó Clam. —No he escuchado antes sobre eso.
—Cosas antiguas, colega. Del mismo modo que hay un lado luminoso del ki, también hay un reverso oscuro. Nalehom, siervo de Khargis, es un convertido, un mastrukiano que se pasó a la Oscuridad, al Lado Kie del ki. Siriyú es lo mismo. La ambición por el poder calcina almas y crea monstruos.
—Nunca dejas de sorprenderme, compadre. Te las sabes todas.
Los tres guerreros corrieron hacia la puerta de la prisión. Siriyú no podía moverse. Supuso que no lo mataron para ser entregado a los Caballeros de la Constelación y así ser ajusticiado por la que fue su orden. Se desmayó y ya no volvió a dar problemas.
Yarret Clam disparó a la puerta de la cárcel y esta cayó. Los compañeros apresados fueron liberados.
—¡Bulla!¡Sganda praleña! —gritaron Biticli y Karajah mientras todos corrían al exterior.
Los rescatadores no tuvieron que contar nada a los recién salidos del presidio. Todos fueron hacia el campo de batalla.
Mientras tanto, Sakoto entraba a la torre del trono. Había un ascensor y una gran escalera de caracol, dejando un amplio foso en el centro desde el que Sakoto podía divisar la zona más alta de la torre, su objetivo.
Impensadamente, como si hubieran estado escondidos todo ese tiempo, comenzaron a surgir desde las escaleras decenas y decenas de soldados Facsímil. Todos se lanzaron hacia abajo para atacar a Sakoto. El Hikari tomó postura de combate.