CAPÍTULO 24: La Batalla de Chimpunia

La Praleña de la Niebla, núcleo y élite de las milicias de La Praleña, esperaba el ataque enemigo. Todos estaban en sus puestos, apuntando sus armas y estrategias hacia el sur, único lugar por el que el ejército de Nalehom podría atacar, al menos las tropas de tierra, ya que el resto de la zona estaba conformada por escarpadas montañas y riscos verticales.

Rage no confiaba demasiado en sus soldados. Yute apuntaba maneras, pero la falta de experiencia en combate era un hándicap importante. Estaban prácticamente en primera línea de combate junto a la Sección de Vanguardia, no muy lejos de Clam y Ziffa.

También cerca de la primera fila estaban Los Bujías. Iban por libre y tenían sus propios planes y, aunque Matau no lo quisiera reconocer, ellos eran la verdadera vanguardia y corazón de La Praleña, del mismo modo que fueron el centro de las milicias durante la Gran Guerra, con Ryumah como líder.

Un hecho que turbaba a La Praleña de la Niebla y a Los Bujías no era solo haber sido descubiertos por Nalehom, sino que además había sucedido apenas una semana antes del tiempo planeado para perpetrar el asedio a Piter Mata. Al mismo tiempo, el temor por la aparición de Trokkolo Grogui o incluso el Nalehus Rex era un rumor de fondo que ningún soldado quería escuchar.

—Apenas aparezca la primera oleada disparad a todo lo que se mueva —ordenó Rage. Los Incursores estaban muy nerviosos.

—¡Semos de la niebla! —gritó Caskier.

***

Al fin comenzaron a oírse sonidos de cazas y tropas acercándose. Los tais llegaron los primeros y, apenas pudieron divisar objetivos, las naves del ejército del brujo dictador dispararon sus cañones láser sobre los soldados de Chimpunia.

Las explosiones dieron inicio y varios soldados de La Praleña de la Niebla cayeron.

—¡Atacad! ¡Sganda praleña! – ordenó Rage a sus tropas. Las demás secciones ordenaron lo mismo.

Los cañoneros de La Praleña apuntaron al cielo y dispararon a los tais. Lograron impactar en algunos, pero la destrucción continuaba. En tierra apareció el ejército Facsímil, que atacó con pistolas Blunter, aquellas armas que proyectaban grandes haces láser. Badai, al ver los láseres aproximarse, desenvainó su espadón y lanzó un ataque de viento, desviando la acometida. A continuación, La Praleña de la Niebla y el ejército Facsímil se enzarzaron en una encarnizada refriega.

Soldados de uno y otro bando caían. Los Bujías y Vértice Zurrasper se unieron para combatir codo con codo. Rage y Clam daban órdenes a sus soldados, que comenzaban a retroceder. Las oleadas de soldados Facsímil no paraban de llegar, y La Praleña de la Niebla se sentía cada vez más acorralada.

—¿¡Dónde carajo están Panshiro y Sakoto!? —exclamaba Rage. —¡Que alguien los llame!

«¡Joder! En el momento más inoportuno y estos no están…», pensó el Soniquete.

Clam disparaba su psicoarma —implantada en su brazo izquierdo—con mucha destreza, eliminando a todo soldado Facsímil que se le acercaba. Ziffa utilizaba sus técnicas más poderosas, tumbando enemigos a diestro y siniestro. Scarlet hacía lo propio usando sus técnicas de sigilo asesino, y los Facsímil no veían ni por dónde eran atacados. Pepelu disparaba sus láseres misipianos, ataques concentrados que perforaban las armaduras comcom. Todos luchaban sin cesar, soportando todas las oleadas. Pero el acorralamiento de los Facsímil crecía como lo hacía su presencia.

Los tais habían convertido el cielo de Chimpunia en una calamidad. Por cada tai caído en combate, cinco más respondían con mayor virulencia. Y en el momento en el que parecía que la situación no podía empeorar, apareció entre las montañas una gran nave circular sobrevolando el campo de batalla.

—¿Qué pasa aquí? —dijo Calistro con sorpresa y tensión.

—¡Pues que nos atacan, Calistro! —exclamó Badai.

—Pero si e’ta tó’ guapa la nave.

—¡Tío, que nos están jodiendo! —gritó Scarlet.

—¡Pos yo qué sé!

La nave se posó sobre una roca de gran altura justo enfrente de la entrada de Chimpunia. De ella surgió el general del ejército Facsímil, Meduzzer. Meduzzer era de baja estatura, esbelto a la vez que fuerte. Era una criatura con algunos rasgos propios de una medusa, pero tenía aspecto humanoide. Llevaba un micro en la mano. Se lo acercó a la boca y dijo:

—¡Soy el general Meduzzer! ¡Por Su Majestad Nalehom, no saldréis de aquí con vida, malditos rebeldes!

—¡Que te parta un rayo! —le gritó Yarret Clam.

—Va a ser una escabechina. Jujuju… —rio Meduzzer.

***

Sakoto y Neoh estaban entrenando, cuando de repente sintieron perturbaciones en el ki y un ki más poderoso que el resto.

—¿Sientes eso? —preguntó Neoh.

—Sí —dijo Sakoto—. Nalehom ha encontrado Chimpunia.

—Debes ir. Además, tu entrenamiento ha terminado.

—Está bien, me voy.

—Sakoto, ahora tienes las habilidades de un Caballero de la Orden del Ki. Tu deber como Caballero y como Hikari van más allá de esta guerra.

—Sí, Neoh, lo tendré siempre en cuenta. ¡Gracias por todo, nos vemos pronto!

—Espera. No vayas con estás pintas, darás mala impresión.

Las ropas de Sakoto estaban destrozadas debido al entrenamiento. Neoh entró en la cabaña y le entregó un nuevo uniforme de combate. Sakoto se cambió de ropa y se marchó.

***

Panshiro había sentido el caos de ki de Chimpunia. Sin pensarlo, se dirigió al campo de batalla.

***

Nalehom había enviado algunos drones al campo de batalla para contemplar la escaramuza. Estaba en la torre principal de Piter Mata, sentado en su trono junto a Nester Log y Trokkolo Grogui.

—Con la aparición de Meduzzer, Los Soniquetes aparecerán en breve. Lo presiento —comentó el brujo.

Trokkolo Grogui, recién salido de la esfera kiática con la asimilación con la página más estabilizada, observaba la batalla, esperando la aparición de Panshiro y Sakoto.

***

La Praleña de la Niebla se llenó de desesperanza. Muchos de ellos cayeron. Caskier y Hostaid murieron, y Yute quedó malherido. Rage disparaba en todas direcciones, pero los enemigos eran demasiados. Además, Meduzzer lanzaba poderosos ataques. Badai, Ziffa y Clam intentaron pararle, pero el general de Nalehom era más fuerte que ellos. Todos comenzaban a agotarse y no aguantarían mucho más.

—E’tamos perdío’, chaborrillo —se lamentaba Calistro.

—¡Desgraciados! —Rage seguía en pie, cansado. Sus soldados, al ver su resistencia y capacidad de liderazgo, comprendieron por qué era un héroe. Pero, al mismo tiempo, sentían que todo era en vano.

De repente, se oyó una fuerte explosión en uno de los flancos del campo de batalla. Meduzzer sintió un ki muy poderoso. Todos los Facsímil se quedaron paralizados. La Praleña de la Niebla vio un rayo de esperanza.

—Ya era hora, carajo —dijo Rage sonriendo. Comenzó a caminar hacia allá. Badai, herido, hizo lo mismo.

—Esos son… —dijo Meduzzer, fastidiado.

Cuando se dispersó el humo de la explosión, surgieron las figuras de Sakoto y Panshiro.

—Vaya, llegáis un poco tarde —dijo Badai. —Ya no pareces un pordiosero, Sakoto. Enhorabuena.

Badai lo verbalizó, pero expresó el pensamiento de los otros tres Soniquetes. Sakoto parecía otro.

—Parece que os estaban tumbando —dijo Sakoto con ironía.

—Déjate de chorradas y vamos al lío —dijo Rage. —¿Tú no dices nada, Panshiro?

—Vamos a matarlos a todos —afirmó con tono sereno a la vez que firme.

—¡Bien dicho! Poco hablador pero contundente, como siempre. Badai, si montamos las motos voladoras, quizá podamos deshacernos de los tais. Somos más hábiles que los peluches esos.

—Vale, pues vamos al hangar ya —asintió Badai.

—Vosotros encargaos de limpiar el suelo —ordenó Rage a Sakoto y Panshiro.

Sin decir nada, el Hikari y el Puño Cardinal dieron un paso al frente.

CONTINUARÁ…

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